Hay frases o decisiones que pueden dejar a uno en evidencia. O como poco, poner en tela de juicio una de las capacidades que deberían venir de serie en un entrenador de elite, sea del deporte que sea, que es saber lidiar con la competición en sí, es decir, que su mano no sólo sirva en los días previos, sino que su incidencia sea incluso mayor cuando el cronómetro empieza a correr. Detectar qué necesita su pupilo o grupo de ellos. Y en qué te pueden ayudar los que no han gozado de tu confianza desde el inicio. He conocido a entrenadores de todo pelaje . Los que dejaban que los propios jugadores se autogestionaran, hasta los que traían los cambios apuntados en una libreta. Cada maestrillo tiene su librillo o en su defecto la tablet. Todo es susceptible de ser analizado desde un prisma u otro. A Pimienta le está cayendo la del pulpo por sus cambios ante el Mallorca , cuando al equipo se le encendió la luz roja de agotamiento a un cuarto de hora para el final. Utilizó dos ventanas, introduciendo a tres hombres, sin cambiar ni el esquema ni la fisionomía de su equipo. Ni siquiera intentó perder tiempo en el descuento. ¿Por qué? Un error del portero condenó al Sevilla. ¿Fue culpa de Pimienta? ¿O la culpa la tiene una planificación que le ha dejado con lo puesto? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?La ciencia (o alguien aburrido que se dice llamar científico) ha resuelto este dicho popular, aunque nos viene al pelo a la hora de analizar cómo respira este Sevilla al que no le dará el cuerpo y menos la mente para jugar en Europa . Le falta ese punto de ser consciente de la oportunidad que se le ha presentado esta temporada casi sin esperarlo. Como el estudiante al que en casa le felicitan por el aprobado y le hacen una fiesta si saca algún 6 que otro. Nadie asume en el club ese mensaje de cabreo cuando se llevan más de dos meses sin conseguir una victoria en el Sánchez-Pizjuán . Los enfados aparecen más por las declaraciones que por los resultados en la hierba. Un arrieros somos y en el camino nos encontraremos en toda regla, cuando lo cierto es que la plantilla necesita más de una voz bien dada. Alta. Contundente. Que genere el mensaje de que no vale con el aprobado. Me da la sensación de que sería predicar en el desierto. Digo esa esperanza de que alguna persona se cargue con la responsabilidad de tirar del carro. Y tengas esa personalidad, claro. Lo segundo es lo complejo de encontrar. Arrojados e inconscientes hay en todos lados. El entrenador no entra dentro de ese perfil y hace años que se perdió la esperanza de que el club tuviese ese arranque de personalidad propia. Para criticar al Barcelona o al Real Madrid , situación que comulga con el pensamiento de su grada, no hay reparos. Ponerle las cartas encima de la mesa a tus trabajadores más cualificados es harina de otro costal.Esa presunta distancia generada entre el entrenador y el director deportivo quizás no se palpe en el tú a tú, en un café entre ambos, pero sí que se hace sentir cuando los partidos se escurren entre los dedos por no activar el modo ganar después de haber hecho lo más complejo. No se trata de practicar el otro fútbol, sino de hacerle ver a tu rival que deberá matarte para que le regales ese punto que busca con ahínco. Los cambios son un no me chilles que no te veo. Con un plantilla justita y una cintura también escasa de quien la adiestra es imposible. También pasa por ser Nervión un estadio que, dependiendo de la noche y el rival, es capaz de poner a sus jugadores más nerviosos que el propio contexto del encuentro. El drama del empate del Mallorca se masticó desde un error de Badé en un regate de último hombre. Cada balón perdido era una bronca. Nadie asumía la responsabilidad de retenerlo. Y los que alguna vez la quieren ya no podían con las calzonas. El Sevilla tiene el once justo para pelearle a cualquiera del quinto para abajo . Y una plantilla igualmente corta para no aguantarle un pulso a casi nadie. Por efectivos, calidad de los mismos e incluso capacidad tanto física como mental. Cuando se apela a la mala suerte es que nunca buscas la buena ni aunque te quiera dar un abrazo. «Otra vez son detalles en los minutos finales que nos matan», señala Badé. Saben el problema . En manos de alguien estará el resolverlo, qué sé yo, su entrenador quizás . Hay frases o decisiones que pueden dejar a uno en evidencia. O como poco, poner en tela de juicio una de las capacidades que deberían venir de serie en un entrenador de elite, sea del deporte que sea, que es saber lidiar con la competición en sí, es decir, que su mano no sólo sirva en los días previos, sino que su incidencia sea incluso mayor cuando el cronómetro empieza a correr. Detectar qué necesita su pupilo o grupo de ellos. Y en qué te pueden ayudar los que no han gozado de tu confianza desde el inicio. He conocido a entrenadores de todo pelaje . Los que dejaban que los propios jugadores se autogestionaran, hasta los que traían los cambios apuntados en una libreta. Cada maestrillo tiene su librillo o en su defecto la tablet. Todo es susceptible de ser analizado desde un prisma u otro. A Pimienta le está cayendo la del pulpo por sus cambios ante el Mallorca , cuando al equipo se le encendió la luz roja de agotamiento a un cuarto de hora para el final. Utilizó dos ventanas, introduciendo a tres hombres, sin cambiar ni el esquema ni la fisionomía de su equipo. Ni siquiera intentó perder tiempo en el descuento. ¿Por qué? Un error del portero condenó al Sevilla. ¿Fue culpa de Pimienta? ¿O la culpa la tiene una planificación que le ha dejado con lo puesto? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?La ciencia (o alguien aburrido que se dice llamar científico) ha resuelto este dicho popular, aunque nos viene al pelo a la hora de analizar cómo respira este Sevilla al que no le dará el cuerpo y menos la mente para jugar en Europa . Le falta ese punto de ser consciente de la oportunidad que se le ha presentado esta temporada casi sin esperarlo. Como el estudiante al que en casa le felicitan por el aprobado y le hacen una fiesta si saca algún 6 que otro. Nadie asume en el club ese mensaje de cabreo cuando se llevan más de dos meses sin conseguir una victoria en el Sánchez-Pizjuán . Los enfados aparecen más por las declaraciones que por los resultados en la hierba. Un arrieros somos y en el camino nos encontraremos en toda regla, cuando lo cierto es que la plantilla necesita más de una voz bien dada. Alta. Contundente. Que genere el mensaje de que no vale con el aprobado. Me da la sensación de que sería predicar en el desierto. Digo esa esperanza de que alguna persona se cargue con la responsabilidad de tirar del carro. Y tengas esa personalidad, claro. Lo segundo es lo complejo de encontrar. Arrojados e inconscientes hay en todos lados. El entrenador no entra dentro de ese perfil y hace años que se perdió la esperanza de que el club tuviese ese arranque de personalidad propia. Para criticar al Barcelona o al Real Madrid , situación que comulga con el pensamiento de su grada, no hay reparos. Ponerle las cartas encima de la mesa a tus trabajadores más cualificados es harina de otro costal.Esa presunta distancia generada entre el entrenador y el director deportivo quizás no se palpe en el tú a tú, en un café entre ambos, pero sí que se hace sentir cuando los partidos se escurren entre los dedos por no activar el modo ganar después de haber hecho lo más complejo. No se trata de practicar el otro fútbol, sino de hacerle ver a tu rival que deberá matarte para que le regales ese punto que busca con ahínco. Los cambios son un no me chilles que no te veo. Con un plantilla justita y una cintura también escasa de quien la adiestra es imposible. También pasa por ser Nervión un estadio que, dependiendo de la noche y el rival, es capaz de poner a sus jugadores más nerviosos que el propio contexto del encuentro. El drama del empate del Mallorca se masticó desde un error de Badé en un regate de último hombre. Cada balón perdido era una bronca. Nadie asumía la responsabilidad de retenerlo. Y los que alguna vez la quieren ya no podían con las calzonas. El Sevilla tiene el once justo para pelearle a cualquiera del quinto para abajo . Y una plantilla igualmente corta para no aguantarle un pulso a casi nadie. Por efectivos, calidad de los mismos e incluso capacidad tanto física como mental. Cuando se apela a la mala suerte es que nunca buscas la buena ni aunque te quiera dar un abrazo. «Otra vez son detalles en los minutos finales que nos matan», señala Badé. Saben el problema . En manos de alguien estará el resolverlo, qué sé yo, su entrenador quizás .
El entrenador sigue estando en el punto de mira por su gestión de partidos, las sustituciones y los minutos finales
Hay frases o decisiones que pueden dejar a uno en evidencia. O como poco, poner en tela de juicio una de las capacidades que deberían venir de serie en un entrenador de elite, sea del deporte que sea, que es saber lidiar con la competición … en sí, es decir, que su mano no sólo sirva en los días previos, sino que su incidencia sea incluso mayor cuando el cronómetro empieza a correr. Detectar qué necesita su pupilo o grupo de ellos. Y en qué te pueden ayudar los que no han gozado de tu confianza desde el inicio. He conocido a entrenadores de todo pelaje. Los que dejaban que los propios jugadores se autogestionaran, hasta los que traían los cambios apuntados en una libreta. Cada maestrillo tiene su librillo o en su defecto la tablet. Todo es susceptible de ser analizado desde un prisma u otro. A Pimienta le está cayendo la del pulpo por sus cambios ante el Mallorca, cuando al equipo se le encendió la luz roja de agotamiento a un cuarto de hora para el final. Utilizó dos ventanas, introduciendo a tres hombres, sin cambiar ni el esquema ni la fisionomía de su equipo. Ni siquiera intentó perder tiempo en el descuento. ¿por qué? Un error del portero condenó al Sevilla. ¿Fue culpa de Pimienta? ¿O la culpa la tiene una planificación que le ha dejado con lo puesto? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
La ciencia (o alguien aburrido que se dice llamar científico) ha resuelto este dicho popular, aunque nos viene al pelo a la hora de analizar cómo respira este Sevilla al que no le dará el cuerpo y menos la mente para jugar en Europa. Le falta ese punto de ser consciente de la oportunidad que se le ha presentado esta temporada casi sin esperarlo. Como el estudiante al que en casa le felicitan por el aprobado y le hacen una fiesta si saca algún 6 que otro. Nadie asume en el club ese mensaje de cabreo cuando se llevan más de dos meses sin conseguir una victoria en el Sánchez-Pizjuán. Los enfados aparecen más por las declaraciones que por los resultados en la hierba. Un arrieros somos y en el camino nos encontraremos en toda regla, cuando lo cierto es que la plantilla necesita más de una voz bien dada. Alta. Contundente. Que genere el mensaje de que no vale con el aprobado. Me da la sensación de que sería predicar en el desierto. Digo esa esperanza de que alguna persona se cargue con la responsabilidad de tirar del carro. Y tengas esa personalidad, claro. Lo segundo es lo complejo de encontrar. Arrojados e inconscientes hay en todos lados. El entrenador no entra dentro de ese perfil y hace años que se perdió la esperanza de que el club tuviese ese arranque de personalidad propia. Para criticar al Barcelona o al Real Madrid, situación que comulga con el pensamiento de su grada, no hay reparos. Ponerle las cartas encima de la mesa a tus trabajadores más cualificados es harina de otro costal.
Esa presunta distancia generada entre el entrenador y el director deportivo quizás no se palpe en el tú a tú, en un café entre ambos, pero sí que se hace sentir cuando los partidos se escurren entre los dedos por no activar el modo ganar cuando ya has hecho lo más complejo. No se trata de practicar el otro fútbol, sino de hacerle ver a tu rival que deberá matarte para que le regales ese punto que busca con ahínco. Los cambios son un no me grites que no te veo. Con un plantilla justita y una cintura también escasa es imposible. También pasa por ser Nervión un estadio que, dependiendo de la noche y el rival, es capaz de poner a sus jugadores más nerviosos que el propio contexto del encuentro. El drama del empate del Mallorca se masticó desde un error de Badé en un regate de último hombre. Cada balón perdido era una bronca. Nadie asumía la responsabilidad de retenerlo. Y los que alguna vez la quieren ya no podían con las calzonas. El Sevilla tiene el once justo para pelearle a cualquiera del quinto para abajo. Y la plantilla corta para no aguantarle un pulso a casi nadie. Por efectivos, calidad de los mismos e incluso capacidad tanto física como mental. Cuando se apela a la mala suerte es que nunca buscas la buena ni aunque te quiera dar un abrazo. «Otra vez son detalles en los minutos finales que nos matan», señala Badé. Saben el problema. En manos de alguien estará el resolverlo, qué sé yo, su entrenador.
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