La pregunta ha recorrido buena parte de las conversaciones políticas durante toda la semana, después de que EL PAÍS y la Cadena SER publicaran una encuesta que muestra el ascenso de Vox, que ya le ha comido casi un millón de votos al PP, y supera el 17%. ¿Quién está haciendo crecer a Vox? ¿Cómo se puede parar esa subida?
El Gobierno y el PP se culpan por el ascenso de la ultraderecha, pero nadie parece tener una buena estrategia para frenarlo
La pregunta ha recorrido buena parte de las conversaciones políticas durante toda la semana, después de que EL PAÍS y la Cadena SER publicaran una encuesta que muestra el ascenso de Vox, que ya le ha comido casi un millón de votos al PP, y supera el 17%. ¿Quién está haciendo crecer a Vox? ¿Cómo se puede parar esa subida?
Todos los ojos están puestos en el PP, el principal interesado en frenar al que no deja de ser una escisión suya ―su líder y muchos dirigentes salieron de ahí― y ya es su gran rival en la derecha. El Gobierno sostiene que es el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con el endurecimiento de su discurso y la derechización que ha marcado en posiciones como la inmigración, quien está abriendo la puerta a que el partido de Abascal siga creciendo.
“Les está pasando lo mismo que a nosotros con Podemos en 2015″, resume un ministro socialista. “No sabíamos cómo hacerles frente, tenían la hegemonía del discurso, y se llevaban a todos los jóvenes de izquierdas. Estuvieron a punto de lograr el sorpasso en 2016, pero nos mantuvimos firmes en no ser iguales que ellos. Después vinieron las primarias de 2017, en las que Sánchez enarboló la bandera de la izquierda y de las bases frente a la cúpula del PSOE, y ahí Podemos ya no volvió a ser una amenaza real. Si el PP copia a Vox para frenarlo, se lo puede llevar por delante. Es un error de libro, pero no lo ven”, remata.
El PP, aunque admite que el endurecimiento del discurso de Feijóo es evidente, sostiene que es porque es lo que reclama el votante conservador, cada vez más indignado con el presidente del Gobierno. Los populares creen que el gran responsable del ascenso de Abascal es Pedro Sánchez por haber decidido polarizar con ellos, por centrar buena parte de su discurso en el combate a la ultraderecha. “Sánchez está todo el día hablando de Vox”, sentencia un dirigente. “Saca constantemente a Franco, y trata de vincular todo el tiempo al PP con Vox. Él quiere que ellos suban para dividir el voto de la derecha. Les está ayudando mucho”, asegura.

En el Gobierno creen que esto son excusas por los nervios de los populares e insisten en que es Feijóo quien se ha movido a posiciones muy distintas a las que prometió cuando dio el salto a la política nacional con esa idea de “no he venido a insultar a Sánchez sino a ganarle”. Distintos dirigentes del PP consultados admiten que les está costando mucho frenar a Vox, pero señalan que crecen por oleadas vinculadas a acontecimiento dramáticos. El año pasado por la dana en Valencia y este por los incendios, pese a ello confían en que la espuma bajará. “Hace 10 años los chavales votaban a Podemos y ahora a Vox. Pero no hay que ponerse nerviosos, esto va a bajar”, señala un diputado popular.
Entre los dirigentes del partido se percibe esos nervios por la dificultad de frenar a los de Abascal, pero otros dirigentes más cercanos a Feijóo buscan el pragmatismo: la prioridad es que la derecha sume una mayoría para echar a Sánchez, algo que no sucedió en 2023 por 4 escaños. “Hay muchos listos que nunca han estado en política diciendo que lo hacemos muy mal. Unos dicen que somos muy blandos y otros que somos demasiado duros. Pero lo cierto es que [según las encuestas] hay más escaños de derechas que nunca en la historia, así que tan tontos no seremos”, señala un dirigente.
La estrategia de los populares de entrar en todos los marcos de Vox tiene sorprendidos a los expertos, que no acaban de entenderla. Mariano Torcal, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra, y un experto en polarización que ha publicado varios libros e investigaciones sobre este asunto, sostiene que los datos que han estudiado prueban que “la polarización solo consigue es alimentar a los extremos. La estrategia de generar una gran hostilidad hacia la izquierda y hacia el Gobierno hace que muchos de esos votantes del PP se vayan a Vox. Lo que vemos en los estudios es que si compras el lenguaje, vas a conseguir una fuerte polarización, un mayor odio a la izquierda, pero eso va a beneficiar al extremo y perjudicar a Feijóo”, señala.
La socióloga y politóloga Cristina Monge coincide en este análisis: “Hay una tendencia de fondo de crecimiento de la ultraderecha en toda Europa por distintos malestares que afectan a los jóvenes y a muchos colectivos. Eso es general. Pero la actitud de la derecha tradicional es clave para frenar o no esa ola. Y el PP con su ‘me gusta la fruta’, o sea ‘Sánchez, hijo de puta”, y el antisanchismo visceral le está haciendo un gran favor a Vox. Es incomprensible», señala.
El politólogo Lluís Orriols, profesor en la Carlos III, apunta en línea similar. “Vox está subiendo a costa del PP. Los datos son clarísimos. Casi un millón de votos. Vox gana votos por la polarización y la insatisfacción con las instituciones. No hay una fórmula clara para responder a la ultraderecha, pero ya sabemos por experiencias europeas que la asimilación no es ganadora”, señala. El problema real, explica Orriols, llegará si Vox logra entrar en sectores de trabajadores manuales y clases más populares, como por ejemplo ya está haciendo en Cataluña Aliança catalana, en línea con otras ultraderechas europeas. “Vox aún no ha logrado eso y tiene un claro déficit de élites”, dice en referencia a que han echado a buena parte de su cúpula y Abascal no tiene tanta potencia como Meloni en Italia o Le Pen en Francia. Pero el camino está marcado si el PP no logra pararlo. En Portugal, recuerda Monge, ya hay encuestas que sitúan a Chega como primer partido, algo impensable hace unos años, cuando no estaban ni siquiera en el Parlamento.
Lo que más preocupa a todos los partidos es el crecimiento de Vox entre los jóvenes. Y ahí todos los análisis apuntan en un mismo sentido: el dominio absoluto de la ultraderecha en las redes sociales. Un miembro del Gobierno es muy claro: “X, por ejemplo, está diseñado expresamente para fomentar el odio. Todos los estudios lo dejan claro. La ultraderecha se quedó fuera de los medios tradicionales, que no le dejaban entrar por sus ideas extremas, y buscó su espacio en las redes sociales. Son más fuertes porque llegaron primero, se especializaron en eso, y el algoritmo les ayuda porque además de vídeos de perros y gatos, lo que más triunfa en las redes es la desinformación y el odio. Es muy difícil combatir eso, pero hay que intentarlo porque se puede llevar por delante a una generación”, sentencia.
En La Moncloa se ha creado una unidad específica de “análisis de riesgos asociados al espacio digital” para analizar, a través de sofisticados sistemas de inteligencia artificial, la aparición de “campañas de desinformación, odio e injerencia extranjera”, con programadores, científicos de datos, policías y expertos en desinformación que emplean el método Disarm de la OTAN. Ya vieron movimientos muy fuertes en la crisis racista de Torre Pacheco, y también durante los incendios de este verano. El Gobierno tiene varias leyes en marcha para intentar luchar contra la desinformación y está dando la batalla en Europa para intentar unir fuerzas y lograr que los multimillonarios dueños de esas redes recuperen los controles que han quitado y se hagan responsables jurídicamente de las consecuencias de lo que se publica.
El discurso extremista triunfa en las redes muchas veces fuera del radar de los propios políticos. Un ministro socialista cuenta una anécdota que muestra la situación que se vive en muchas familias. Él, profesional de la política, siempre pendiente de todo, no conocía a Charlie Kirk, el activista trumpista asesinado en Utah. Solo cuando murió empezó a ver algunos de sus vídeos. Sin embargo, al comentarlo en familia descubrió que sus hijas adolescentes, no especialmente interesadas en la política, sí habían visto muchos vídeos de Kirk porque les aparecen sin buscarlos en Instagram. Sabían perfectamente quién era. La ideología ultra está entrando así en muchos hogares, incluso los más progresistas, sin que los padres apenas se enteren.
En el Gobierno también hay debate sobre cómo hacerle frente a Vox. Para distintos ministros socialistas consultados, es impensable que Sánchez no entre al choque con la ultraderecha, porque es “el movimiento más peligroso del planeta en este momento”. Entre los jóvenes, admiten en el Ejecutivo, el debate es el Gobierno o Vox, el PP está prácticamente fuera de la ecuación. Pero es inevitable.
Sánchez apostará en las próximas semanas por ir desgranando anuncios de medidas progresistas y mensajes de reivindicación de su gestión ―este lunes inaugura el curso con diputados y senadores― pero no va a dejar de chocar con Vox o con Trump y de hablar de la ultraderecha como gran amenaza, señalan fuentes del Gobierno.
Sumar rechaza la estrategia de polarizar con Vox, según explicó esta semana Yolanda Díaz, y cree que la mejor manera de hacerle frente es con medidas sociales, como la reducción de la jornada laboral que esta semana llevó a un encendido debate ideológico en el Congreso, donde los votos del PP, Vox y Junts tumbaron la norma. Díaz fue a un choque muy fuerte con Junts, a la que acusó de representar los intereses “de los sectores más rancios de la patronal española”, y a veces con el PP, pero ignoró a Vox, y eso que su portavoz, José María Figaredo, fue especialmente agresivo y llegó a asegurar que la vicepresidenta decía “estupideces”.
Díaz defiende que lo importante es reactivar a los progresistas dándoles “esperanza” y hablando desde la ideología, recuperando el discurso clásico de la lucha de clases, como hizo el miércoles en el Congreso. La discusión seguirá, tanto en el Ejecutivo como en el PP, porque nadie sabe bien cuál es la fórmula para frenar a la ultraderecha. Pero parece haber bastante consenso en que parecérsele no es la mejor solución.
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