Reino Unido abandona su colonia de las islas Chagos, pero mantiene la base aérea de Diego García, que da la llave del Índico a EEUU

Las islas, que toman su nombre de un navegante español, tienen una presencia británica básicamente simbólica Leer Las islas, que toman su nombre de un navegante español, tienen una presencia británica básicamente simbólica Leer  

El Reino Unido cede el archipiélago de las Chagos (y la gigantesca base estadounidense de la isla Diego García) a Mauricio (y a la flota pesquera china). El último obstáculo para el acuerdo se ha levantado hoy, con la autorización de la Justicia británica de un acuerdo alcanzado hace ya varios meses por el Gobierno laborista de Keir Starmer.

Las Chagos no son apenas conocidas. Se trata de una serie de atolones situados en el norte del Océano Índico, aproximadamente a medio camino entre Kenia e Indonesia, a unos 500 kilómetros al sur del archipiélago más cercano, las Maldivas y a 1.800 de la masa continental más próxima, que es el extremo sur de India. Los críticos del acuerdo afirman que se trata de sustituir un imperialismo por otro, dado que la isla de Mauricio, que se independizó en 1968 de Gran Bretaña, no ha tenido relaciones históricas con las Chagos.

Pero precisamente ese carácter remoto ha convertido a una de esas islas, Diego García – que toma su nombre del navegante español Diego García de Moguer– en la gran base de Estados Unidos en el Océano Índico. Esa base se mantiene. El Gobierno británico va a pagar 101 millones de libras esterlinas (120 millones de euros) anuales al de Mauricio por el alquiler de la isla.

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Diego García es la isla más al sur del archipiélago. Empezó a ser usada como una estación militar en los setenta, pero su importancia se disparó después de la revolución islámica de Irán en 1979. En la década de los ochenta, esa instalación militar tan remota que literalmente no hace falta hacerla secreta se convirtió en la base militar estadounidense que más creció en todo el mundo. Desde entonces, Washington la ha usado de manera intensiva, colocando a sus mayores bombarderos estratégicos en ella, entre playas verdaderamente paradisíacas rodeadas de enromes arrecifes de coral en los que los soldados se maravillan de la cantidad de pesca que pueden lograr y que es, literalmente, lo único que se puede hacer en la isla, salvo recoger cocos. La presencia británica es básicamente simbólica.

En este momento, en Diego García hay al menos cuatro bombarderos B-52, con capacidad para lanzar decenas de misiles con bombas atómicas. Los aparatos han reemplazado desde el día 9 de este mes a al menos seis bombarderos invisibles B-2, también con capacidad nuclear, que fueron enviados a la isla en febrero. La llegada de los B-2 desató las especulaciones acerca de un posible ataque de EEUU a las instalaciones nucleares de Irán, aunque al final acabaron siendo empleados para bombardear a los hutíes de Yemen. También han llegado seis cazas F-15.

La gran ventaja de Diego García es que está lejos de todo, pero, también, a una distancia equidistante de numerosos puntos calientes del mundo. Por tanto, es ideal para ser empleada por los grandes bombarderos estratégicos de EEUU- los B-1. B-2, y B-52- que fueron diseñados para atacar la Unión Soviética desde Estados Unidos. Ya durante la guerra de Kuwait, en 1991, los B-52 que planchaban las defensas iraquíes salían de esa isla, en vuelos de diecisiete horas en los que recorrían 14.000 kilómetros de ida y vuelta. A partir de 2001, esos aviones, junto con los más modernos B-1, volvieron a llevar a cabo esas misiones, primero contra Afganistán y luego contra Irak. En la invasión del segundo de esos países, en 2003, EEUU también usó B-2 basados en Diego García.

En la práctica, el atolón es una base estadounidense. La presencia militar británica es muy reducida y, además, Londres jamás ha puesto trabas a que Washington haga lo que quiera en ella. Eso quedó de manifiesto cuando Diego García se convirtió en una de las ‘cárceles secretas’ de Estados Unidos durante la ‘guerra contra el terrorismo’ de George W. Bush.

Uno de los aspectos más brutales de la historia de Diego García es la de su población local. Los aproximadamente 1.700 habitantes del atolón (nadie sabe la cifra exacta porque nadie se molestó en contarlos) fueron expulsados por Gran Bretaña entere 1967 y 1971 para dejar paso a los bombarderos. Nadie les pidió su opinión. No recibieron compensación. A algunos se los sacó con la excusa de que iban a ser vacunados. Fueron enviados a Mauricio, las islas Seychelles y Gran Bretaña y nunca fueron llevados de vuelta a su hogar. Otros fueron, lisa y llanamente, subidos a baros y aviones después de que los soldados británicos mataran, por orden de sus superiores, a sus animales domésticos. Recibieron indemnizaciones mínimas, y la sentencia de un tribunal británico de 2000 que indicaba que las expulsiones habían sido injustas no tuvo consecuencias reales dado que diego García es una base militar.

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