Roberto Carretero : «No soporto el ‘y si…’; detrás siempre hay una excusa»

Tras veinte años de carrera y otros tantos en televisión analizando partidos, Roberto Carretero tiene mucho que decir sobre el tenis. Lo bueno, lo malo, lo mejor y lo peor, que él ha vivido en su piel y transmite en ‘El tenis por dentro’ (Magazzini Salani). Abierto y sincero, como fue en la pista y es ahora como comentarista, añade algunos detalles de una vida especial dedicada a la raqueta, guiada por una filosofía particular de la que aprender para otros ámbitos.—¿Qué esperaba al escribirlo y que se encontrará el lector?—Tenía muy claro el estilo que quería darle al libro. Quería que fuera entretenido. Me han salido muchas reflexiones que nunca había verbalizado. Es para cualquier lector que quiera entretenerse, que quiera entender un poco más el deporte, sobre todo lo que no se ve, los calvarios, algo más profundo que los triunfos. Es una historia de la que se puede aprender y se puede llevar a cualquier ámbito. Es mi filosofía transmitida a través del tenis.—¿Cómo resume su carrera?—Creo que hice muchos pocos mal. Nunca nada extraordinariamente mal, pero sí muchos pocos. No conseguí lo que un deportista de élite quiere o tiene en su mente. Pero a través del libro he sacado reflexiones con las que he entendido que no yo no tenía ningún problema. Si escribes y te pones a llorar, o no puedes, tienes un problema; y yo lo he disfrutado. Ha sido un partido a lo mejor de cinco sets pero lo he disfrutado.—¿Qué era para usted el tenis cuando empezó en aquel camping de Jaca?—Siempre fue una ilusión. Quizá una vía de escape de esa vida que me costaba mucho por mi energía: estar ocho horas sentado en un pupitre. Desde el principio me enamoré. Yo quería ser profesional. Y ser lo mejor posible.—¿Y qué es ahora?—Sigo teniendo la misma ilusión. Me pongo en una pared, o con los chavales que entreno, y lo disfruto. Y trabajo analizando partidos. Soy muy afortunado a pesar de que quizá mi carrera no fue lo que se podía pensar que podía haber sido, pero estoy en el tenis desde que empecé en Jaca.Belén Díaz—Hay muchos «y si» en ese proceso entre Jaca y ahora?—Huyo de todo eso. No soporto el «es que». No soporto el «y si…». Detrás siempre hay una excusa, una frustración, algo que no es real. La realidad es la que es. Para afrontar los problemas tienes que entonar el mea culpa y estar orgulloso de cómo te ha ido. Querer ser lo que no has sido, porque jugaba tanto como aquel o yo le ganaba, me hubiera dejado anclado. No evolucionas, no vives. Es un error. Yo huyo de ello.¿Cómo se ve el mundo desde el 700 cuando empiezas?A ciertos niveles esto va un poco rápido y solo tienes ilusión. Una vez logras subir empiezan los vértigos. Es un salto para el que no te preparan y deberían. Da miedo preparar algo que no ha llegado todavía, no quieres adelantarte, por superstición o lo que sea, pero hay que preparar a los jóvenes porque ese día llegará. Y cuando entras en esa fase te ves un poco perdido: empiezan a lloverte ofertas, movimientos, gente que quiere estar a tu lado. Hay que intentar que no te pille de sopetón como me pasó a mí. Y tener el equipo adecuado alrededor para que eso no te afecte.«Si no hubiese tenido un problema tan grande de lesiones, mi cabeza hubiera respondido mejor, hubiera escuchado más. Cuando algo no funciona… me desboco»—Repite bastante en el libro que no se dejaba ayudar, que no sabía pedir ayuda.—Hay personalidades como la mía que son más autodidactas, más solitarias, más desconfiadas; y a mí me costó. Por mi forma de ser y de vivir sí que me ha costado dejarme ayudar porque siempre he puesto en duda muchas cosas, siempre.—También hubo factores externos como las lesiones.—Sí, mi talón de Aquiles. Tengo clarísimo que si las lesiones no hubieran sido tan exageradas, mi cabeza hubiese respondido mejor, hubiese escuchado más, hubiera sido más receptivo. Mi problema es que cuando algo no me funciona, me desboco.—El hombro, como explica en el libro, no lo consigue solucionar; los uñeros, de los que llega a operarse. Y habla de otra lesión, una cierta debilidad mental que fue también difícil.—Todo ese malestar conmigo mismo, con el deporte, hace que se empiece a romper ese amor a primera vista. Me pasó factura a nivel mental. Sin yo saber que estaba teniendo lo que hoy en día está diagnosticado como un problema de salud mental. Tampoco me lo supieron decir, que tenía que dejarme ayudar. Era más, ‘buah, este tío está tarado’, ‘es que este vive a un ritmo y de una forma…’. Y eso ayuda todavía menos. Yo tenía un problema: quería lo que quería pero no sabía cómo. Como decía, el tenis es un deporte muy solitario: muchos pocos buenos hacen que triunfes (talento, sacrificio, entrenamiento); y muchos pocos malos hacen que no. Como fue mi caso.«Yo no supe ver ni me dijeron desde fuera que yo tenía un problema que ahora llaman de salud mental y que tenía que dejarme ayudar. Solo era, ‘buah, este está tarado’»—Número 58, título en Hamburgo, ¿no lo ve como un éxito?—Sí, sí, por supuesto. Lo que hice y lo que sigo haciendo en el mundo del tenis. No he puesto en una balanza las cosas malas con las buenas. Quizá hay más malas, pero me quedo con las buenas. He intentado siempre aprender de las malas, de las que pueden hacerte evolucionar; pero me quedo con las buenas. Uno tiene que tener esa autoestima. Todos hacemos cosas bien y mal. Si te quedas con las malas, solo vas a ir para abajo, porque no vas a aprender, sino que te van a hundir. Quedarte en el «y si…» y en el «es que…» no es la manera de vivir feliz.—Volviendo un poco a Hamburgo, ¿ha visto muchas veces el torneo, la final?—¿Entera? Nunca. Nunca, la verdad que no. He visto momentos. O pongo algunos fragmentos a los chavales, que intento poner donde sé que está lo mejor. Pero de principio a fin, sentado en casa con mis hijos, la verdad que no. Vivo el día.Belén Díaz—¿Se ha sentido incomprendido por esa forma de ser?—Soy echado para adelante, pero soy tímido; la llevo por dentro. A mí me ha costado empezar a trabajar en televisión, y he conseguido superarlo. He conseguido ser, creo, un buen comunicador. Es un espíritu de superación, de avanzar. Pero incomprendido, no. No me he sentido mal en el mundo del tenis, ni en el de la televisión. Cada uno tenemos nuestras pedradas. Lo digo mucho en el libro: soy una persona muy fácil, y según cómo también puedo ser muy complicado y difícil.—¿Cuándo es uno y cuándo es otro?—Creo que soy muy fácil, bien llevado, en un entorno correcto, como yo entiendo que debe ser la vida, con los demás, empatizando con tus compañeros. Y difícil por mi carácter, y cuando veo cosas injustas.—También se ha criticado a Alcaraz por verbalizar lo que se hace normalmente, como salir de fiesta, ¿no?—Si estuviese de fiesta todo el tiempo, no podría conseguir ni un 10% de lo que consigue. Si lo dices, te juzgan; y si no lo dices, eres un cínico. Antes podías ocultar que salías de fiesta porque no había redes sociales. ¿Para qué lo vas a ocultar hoy? Carlos lleva una carrera muy exitosa, muy maduro; sabe qué tiene que hacer y qué no. Lo he dicho más de una vez, a nivel de fiestas, Alcaraz es un amateur, comparado con otras épocas. Hoy se sale cuatro veces: tu cumpleaños, cuando ganas un Grand Slam, de vacaciones. Antes era normal hacer eso los sábados.«Hay un salto para el que no te preparan: empiezan a lloverte ofertas, te conviertes en el jefe de un equipo… y te ves un poco perdido»—¿Querría esta vida, con sus cosas buenas y malas, para sus hijos? —Las cosas malas no, porque son mis hijos, pero tienen que pasar las cosas malas. El mayor ha jugado fútbol, ha jugado tenis, está estudiando, tiene una vida, es otro rollo. El pequeño es más como yo, pero en futbolista. Es bueno y quiere ser bueno. Tiene mucho adelantado, pero tiene que pasar esas cosas también malas. Si quieres ser profesional del deporte, no puedes vivir como viven los demás, pero lo que no le deseo a nadie son las lesiones, que forman parte de la vida, pero es lo más injusto. Luego ya que llegue a su techo, pero que no le frene nada.«Alcaraz es un amateur en eso de salir. Si saliera todos los días no tendría el 10 % de la carrera que tiene. Si lo dices, te juzgan; si no lo dices, eres un cínico»—Pero en el tenis estás tú y eres tu propio jefe.—En tenis, de repente eres jefe de un equipo. Tú pagas a los demás. Los egos es algo para lo que también deberían preparar a los chavales. No todo el mundo entiende bien quién es el que manda, aunque seas tú el que paga. Es muy difícil. Tienes 18, 22 años, rico. Puedes despedir. En el fútbol desde pequeño sabes quién manda, sabes que pueden poner a otro. En el tenis es todo mucho más complejo. Por eso es uno de los deportes más duros y más difíciles, pero también es muy bonito. Todo fracaso es todo tuyo, todo éxito es todo tuyo.—¿Cuándo decide que el tenis ya no es amor, sino sufrimiento?—Fue una muerte anunciada, lenta, con tiempo; no fue de golpe. Era algo que yo sabía. Tenían la esperanza de que con 27 o 28 años llegaría a mi mejor nivel de madurez y llegaría mi mejor tenis. Pero las lesiones no me dejaban avanzar. No iba a conseguirlo por el físico. Era todo muy sufrido. Y acabas por tirar la toalla. Pierdes la ilusión y te cuesta tu día a día. Si tu día a día te cuesta, sea por familia o por trabajo, ¿qué sentido tiene estar aquí? Ahí es donde cambié de libro; no paso página, cambio de libro. ¿Es cobarde? ¿Es valiente? Cada uno lo puede ver de una manera. Yo puedo ver las dos. —¿Fue una liberación o hubo rabia ese primer día sin tenis?—No hubo rabia. Fue una liberación verbalizarlo y fue una liberación el saber que ya no tenía que seguir con ese esfuerzo extra.—Kafelnikov dijo una vez que en tierra la mejor derecha era la suya. ¿Ve algo de su derecha en la de Alcaraz?  —Sí, sí. Tiene una ejecución muy buena, desde los pies hasta el momento del golpeo, dándose bastante distancia con la bola para generar todo con las piernas, para saltar, para llegar a ella. Un poco, sí. Se parece más a la de Roger Federer técnicamente, pero es un estilo como la de Verdasco, como la de Alcaraz. Derechas que juegan con la mano suelta y que le entran por abajo, que pueden entrar de arriba abajo, pueden entrar de abajo arriba, sí.—¿En qué cree que ha mejorado el tenis desde que jugaba?  —Lo que más creo que la evolución en prevención de lesiones: preparación física, trabajo individualizado, alimentación. Y las superficies; se ha igualado todo mucho más. Se puede jugar en todas sin tener que ser especialista tanto en una u otra. —¿Con qué se queda del tenis de sus años?  —Con todo. Hemos sido parte de esta evolución, hemos sido un poco ratas de laboratorio. Formar parte de la historia en ese aspecto también me hace sentir muy bien.  Tras veinte años de carrera y otros tantos en televisión analizando partidos, Roberto Carretero tiene mucho que decir sobre el tenis. Lo bueno, lo malo, lo mejor y lo peor, que él ha vivido en su piel y transmite en ‘El tenis por dentro’ (Magazzini Salani). Abierto y sincero, como fue en la pista y es ahora como comentarista, añade algunos detalles de una vida especial dedicada a la raqueta, guiada por una filosofía particular de la que aprender para otros ámbitos.—¿Qué esperaba al escribirlo y que se encontrará el lector?—Tenía muy claro el estilo que quería darle al libro. Quería que fuera entretenido. Me han salido muchas reflexiones que nunca había verbalizado. Es para cualquier lector que quiera entretenerse, que quiera entender un poco más el deporte, sobre todo lo que no se ve, los calvarios, algo más profundo que los triunfos. Es una historia de la que se puede aprender y se puede llevar a cualquier ámbito. Es mi filosofía transmitida a través del tenis.—¿Cómo resume su carrera?—Creo que hice muchos pocos mal. Nunca nada extraordinariamente mal, pero sí muchos pocos. No conseguí lo que un deportista de élite quiere o tiene en su mente. Pero a través del libro he sacado reflexiones con las que he entendido que no yo no tenía ningún problema. Si escribes y te pones a llorar, o no puedes, tienes un problema; y yo lo he disfrutado. Ha sido un partido a lo mejor de cinco sets pero lo he disfrutado.—¿Qué era para usted el tenis cuando empezó en aquel camping de Jaca?—Siempre fue una ilusión. Quizá una vía de escape de esa vida que me costaba mucho por mi energía: estar ocho horas sentado en un pupitre. Desde el principio me enamoré. Yo quería ser profesional. Y ser lo mejor posible.—¿Y qué es ahora?—Sigo teniendo la misma ilusión. Me pongo en una pared, o con los chavales que entreno, y lo disfruto. Y trabajo analizando partidos. Soy muy afortunado a pesar de que quizá mi carrera no fue lo que se podía pensar que podía haber sido, pero estoy en el tenis desde que empecé en Jaca.Belén Díaz—Hay muchos «y si» en ese proceso entre Jaca y ahora?—Huyo de todo eso. No soporto el «es que». No soporto el «y si…». Detrás siempre hay una excusa, una frustración, algo que no es real. La realidad es la que es. Para afrontar los problemas tienes que entonar el mea culpa y estar orgulloso de cómo te ha ido. Querer ser lo que no has sido, porque jugaba tanto como aquel o yo le ganaba, me hubiera dejado anclado. No evolucionas, no vives. Es un error. Yo huyo de ello.¿Cómo se ve el mundo desde el 700 cuando empiezas?A ciertos niveles esto va un poco rápido y solo tienes ilusión. Una vez logras subir empiezan los vértigos. Es un salto para el que no te preparan y deberían. Da miedo preparar algo que no ha llegado todavía, no quieres adelantarte, por superstición o lo que sea, pero hay que preparar a los jóvenes porque ese día llegará. Y cuando entras en esa fase te ves un poco perdido: empiezan a lloverte ofertas, movimientos, gente que quiere estar a tu lado. Hay que intentar que no te pille de sopetón como me pasó a mí. Y tener el equipo adecuado alrededor para que eso no te afecte.«Si no hubiese tenido un problema tan grande de lesiones, mi cabeza hubiera respondido mejor, hubiera escuchado más. Cuando algo no funciona… me desboco»—Repite bastante en el libro que no se dejaba ayudar, que no sabía pedir ayuda.—Hay personalidades como la mía que son más autodidactas, más solitarias, más desconfiadas; y a mí me costó. Por mi forma de ser y de vivir sí que me ha costado dejarme ayudar porque siempre he puesto en duda muchas cosas, siempre.—También hubo factores externos como las lesiones.—Sí, mi talón de Aquiles. Tengo clarísimo que si las lesiones no hubieran sido tan exageradas, mi cabeza hubiese respondido mejor, hubiese escuchado más, hubiera sido más receptivo. Mi problema es que cuando algo no me funciona, me desboco.—El hombro, como explica en el libro, no lo consigue solucionar; los uñeros, de los que llega a operarse. Y habla de otra lesión, una cierta debilidad mental que fue también difícil.—Todo ese malestar conmigo mismo, con el deporte, hace que se empiece a romper ese amor a primera vista. Me pasó factura a nivel mental. Sin yo saber que estaba teniendo lo que hoy en día está diagnosticado como un problema de salud mental. Tampoco me lo supieron decir, que tenía que dejarme ayudar. Era más, ‘buah, este tío está tarado’, ‘es que este vive a un ritmo y de una forma…’. Y eso ayuda todavía menos. Yo tenía un problema: quería lo que quería pero no sabía cómo. Como decía, el tenis es un deporte muy solitario: muchos pocos buenos hacen que triunfes (talento, sacrificio, entrenamiento); y muchos pocos malos hacen que no. Como fue mi caso.«Yo no supe ver ni me dijeron desde fuera que yo tenía un problema que ahora llaman de salud mental y que tenía que dejarme ayudar. Solo era, ‘buah, este está tarado’»—Número 58, título en Hamburgo, ¿no lo ve como un éxito?—Sí, sí, por supuesto. Lo que hice y lo que sigo haciendo en el mundo del tenis. No he puesto en una balanza las cosas malas con las buenas. Quizá hay más malas, pero me quedo con las buenas. He intentado siempre aprender de las malas, de las que pueden hacerte evolucionar; pero me quedo con las buenas. Uno tiene que tener esa autoestima. Todos hacemos cosas bien y mal. Si te quedas con las malas, solo vas a ir para abajo, porque no vas a aprender, sino que te van a hundir. Quedarte en el «y si…» y en el «es que…» no es la manera de vivir feliz.—Volviendo un poco a Hamburgo, ¿ha visto muchas veces el torneo, la final?—¿Entera? Nunca. Nunca, la verdad que no. He visto momentos. O pongo algunos fragmentos a los chavales, que intento poner donde sé que está lo mejor. Pero de principio a fin, sentado en casa con mis hijos, la verdad que no. Vivo el día.Belén Díaz—¿Se ha sentido incomprendido por esa forma de ser?—Soy echado para adelante, pero soy tímido; la llevo por dentro. A mí me ha costado empezar a trabajar en televisión, y he conseguido superarlo. He conseguido ser, creo, un buen comunicador. Es un espíritu de superación, de avanzar. Pero incomprendido, no. No me he sentido mal en el mundo del tenis, ni en el de la televisión. Cada uno tenemos nuestras pedradas. Lo digo mucho en el libro: soy una persona muy fácil, y según cómo también puedo ser muy complicado y difícil.—¿Cuándo es uno y cuándo es otro?—Creo que soy muy fácil, bien llevado, en un entorno correcto, como yo entiendo que debe ser la vida, con los demás, empatizando con tus compañeros. Y difícil por mi carácter, y cuando veo cosas injustas.—También se ha criticado a Alcaraz por verbalizar lo que se hace normalmente, como salir de fiesta, ¿no?—Si estuviese de fiesta todo el tiempo, no podría conseguir ni un 10% de lo que consigue. Si lo dices, te juzgan; y si no lo dices, eres un cínico. Antes podías ocultar que salías de fiesta porque no había redes sociales. ¿Para qué lo vas a ocultar hoy? Carlos lleva una carrera muy exitosa, muy maduro; sabe qué tiene que hacer y qué no. Lo he dicho más de una vez, a nivel de fiestas, Alcaraz es un amateur, comparado con otras épocas. Hoy se sale cuatro veces: tu cumpleaños, cuando ganas un Grand Slam, de vacaciones. Antes era normal hacer eso los sábados.«Hay un salto para el que no te preparan: empiezan a lloverte ofertas, te conviertes en el jefe de un equipo… y te ves un poco perdido»—¿Querría esta vida, con sus cosas buenas y malas, para sus hijos? —Las cosas malas no, porque son mis hijos, pero tienen que pasar las cosas malas. El mayor ha jugado fútbol, ha jugado tenis, está estudiando, tiene una vida, es otro rollo. El pequeño es más como yo, pero en futbolista. Es bueno y quiere ser bueno. Tiene mucho adelantado, pero tiene que pasar esas cosas también malas. Si quieres ser profesional del deporte, no puedes vivir como viven los demás, pero lo que no le deseo a nadie son las lesiones, que forman parte de la vida, pero es lo más injusto. Luego ya que llegue a su techo, pero que no le frene nada.«Alcaraz es un amateur en eso de salir. Si saliera todos los días no tendría el 10 % de la carrera que tiene. Si lo dices, te juzgan; si no lo dices, eres un cínico»—Pero en el tenis estás tú y eres tu propio jefe.—En tenis, de repente eres jefe de un equipo. Tú pagas a los demás. Los egos es algo para lo que también deberían preparar a los chavales. No todo el mundo entiende bien quién es el que manda, aunque seas tú el que paga. Es muy difícil. Tienes 18, 22 años, rico. Puedes despedir. En el fútbol desde pequeño sabes quién manda, sabes que pueden poner a otro. En el tenis es todo mucho más complejo. Por eso es uno de los deportes más duros y más difíciles, pero también es muy bonito. Todo fracaso es todo tuyo, todo éxito es todo tuyo.—¿Cuándo decide que el tenis ya no es amor, sino sufrimiento?—Fue una muerte anunciada, lenta, con tiempo; no fue de golpe. Era algo que yo sabía. Tenían la esperanza de que con 27 o 28 años llegaría a mi mejor nivel de madurez y llegaría mi mejor tenis. Pero las lesiones no me dejaban avanzar. No iba a conseguirlo por el físico. Era todo muy sufrido. Y acabas por tirar la toalla. Pierdes la ilusión y te cuesta tu día a día. Si tu día a día te cuesta, sea por familia o por trabajo, ¿qué sentido tiene estar aquí? Ahí es donde cambié de libro; no paso página, cambio de libro. ¿Es cobarde? ¿Es valiente? Cada uno lo puede ver de una manera. Yo puedo ver las dos. —¿Fue una liberación o hubo rabia ese primer día sin tenis?—No hubo rabia. Fue una liberación verbalizarlo y fue una liberación el saber que ya no tenía que seguir con ese esfuerzo extra.—Kafelnikov dijo una vez que en tierra la mejor derecha era la suya. ¿Ve algo de su derecha en la de Alcaraz?  —Sí, sí. Tiene una ejecución muy buena, desde los pies hasta el momento del golpeo, dándose bastante distancia con la bola para generar todo con las piernas, para saltar, para llegar a ella. Un poco, sí. Se parece más a la de Roger Federer técnicamente, pero es un estilo como la de Verdasco, como la de Alcaraz. Derechas que juegan con la mano suelta y que le entran por abajo, que pueden entrar de arriba abajo, pueden entrar de abajo arriba, sí.—¿En qué cree que ha mejorado el tenis desde que jugaba?  —Lo que más creo que la evolución en prevención de lesiones: preparación física, trabajo individualizado, alimentación. Y las superficies; se ha igualado todo mucho más. Se puede jugar en todas sin tener que ser especialista tanto en una u otra. —¿Con qué se queda del tenis de sus años?  —Con todo. Hemos sido parte de esta evolución, hemos sido un poco ratas de laboratorio. Formar parte de la historia en ese aspecto también me hace sentir muy bien.   

Tras veinte años de carrera y otros tantos en televisión analizando partidos, Roberto Carretero tiene mucho que decir sobre el tenis. Lo bueno, lo malo, lo mejor y lo peor, que él ha vivido en su piel y transmite en ‘El tenis por dentro’ ( … Magazzini Salani). Abierto y sincero, como fue en la pista y es ahora como comentarista, añade algunos detalles de una vida especial dedicada a la raqueta, guiada por una filosofía particular de la que aprender para otros ámbitos.

—¿Qué esperaba al escribirlo y que se encontrará el lector?

—Tenía muy claro el estilo que quería darle al libro. Quería que fuera entretenido. Me han salido muchas reflexiones que nunca había verbalizado. Es para cualquier lector que quiera entretenerse, que quiera entender un poco más el deporte, sobre todo lo que no se ve, los calvarios, algo más profundo que los triunfos. Es una historia de la que se puede aprender y se puede llevar a cualquier ámbito. Es mi filosofía transmitida a través del tenis.

—¿Cómo resume su carrera?

—Creo que hice muchos pocos mal. Nunca nada extraordinariamente mal, pero sí muchos pocos. No conseguí lo que un deportista de élite quiere o tiene en su mente. Pero a través del libro he sacado reflexiones con las que he entendido que no yo no tenía ningún problema. Si escribes y te pones a llorar, o no puedes, tienes un problema; y yo lo he disfrutado. Ha sido un partido a lo mejor de cinco sets pero lo he disfrutado.

—¿Qué era para usted el tenis cuando empezó en aquel camping de Jaca?

—Siempre fue una ilusión. Quizá una vía de escape de esa vida que me costaba mucho por mi energía: estar ocho horas sentado en un pupitre. Desde el principio me enamoré. Yo quería ser profesional. Y ser lo mejor posible.

—¿Y qué es ahora?

—Sigo teniendo la misma ilusión. Me pongo en una pared, o con los chavales que entreno, y lo disfruto. Y trabajo analizando partidos. Soy muy afortunado a pesar de que quizá mi carrera no fue lo que se podía pensar que podía haber sido, pero estoy en el tenis desde que empecé en Jaca.

Belén Díaz

—Hay muchos «y si» en ese proceso entre Jaca y ahora?

—Huyo de todo eso. No soporto el «es que». No soporto el «y si…». Detrás siempre hay una excusa, una frustración, algo que no es real. La realidad es la que es. Para afrontar los problemas tienes que entonar el mea culpa y estar orgulloso de cómo te ha ido. Querer ser lo que no has sido, porque jugaba tanto como aquel o yo le ganaba, me hubiera dejado anclado. No evolucionas, no vives. Es un error. Yo huyo de ello.

¿Cómo se ve el mundo desde el 700 cuando empiezas?

A ciertos niveles esto va un poco rápido y solo tienes ilusión. Una vez logras subir empiezan los vértigos. Es un salto para el que no te preparan y deberían. Da miedo preparar algo que no ha llegado todavía, no quieres adelantarte, por superstición o lo que sea, pero hay que preparar a los jóvenes porque ese día llegará. Y cuando entras en esa fase te ves un poco perdido: empiezan a lloverte ofertas, movimientos, gente que quiere estar a tu lado. Hay que intentar que no te pille de sopetón como me pasó a mí. Y tener el equipo adecuado alrededor para que eso no te afecte.

«Si no hubiese tenido un problema tan grande de lesiones, mi cabeza hubiera respondido mejor, hubiera escuchado más. Cuando algo no funciona… me desboco»

—Repite bastante en el libro que no se dejaba ayudar, que no sabía pedir ayuda.

—Hay personalidades como la mía que son más autodidactas, más solitarias, más desconfiadas; y a mí me costó. Por mi forma de ser y de vivir sí que me ha costado dejarme ayudar porque siempre he puesto en duda muchas cosas, siempre.

—También hubo factores externos como las lesiones.

—Sí, mi talón de Aquiles. Tengo clarísimo que si las lesiones no hubieran sido tan exageradas, mi cabeza hubiese respondido mejor, hubiese escuchado más, hubiera sido más receptivo. Mi problema es que cuando algo no me funciona, me desboco.

—El hombro, como explica en el libro, no lo consigue solucionar; los uñeros, de los que llega a operarse. Y habla de otra lesión, una cierta debilidad mental que fue también difícil.

—Todo ese malestar conmigo mismo, con el deporte, hace que se empiece a romper ese amor a primera vista. Me pasó factura a nivel mental. Sin yo saber que estaba teniendo lo que hoy en día está diagnosticado como un problema de salud mental. Tampoco me lo supieron decir, que tenía que dejarme ayudar. Era más, ‘buah, este tío está tarado’, ‘es que este vive a un ritmo y de una forma…’. Y eso ayuda todavía menos. Yo tenía un problema: quería lo que quería pero no sabía cómo. Como decía, el tenis es un deporte muy solitario: muchos pocos buenos hacen que triunfes (talento, sacrificio, entrenamiento); y muchos pocos malos hacen que no. Como fue mi caso.

«Yo no supe ver ni me dijeron desde fuera que yo tenía un problema que ahora llaman de salud mental y que tenía que dejarme ayudar. Solo era, ‘buah, este está tarado’»

—Número 58, título en Hamburgo, ¿no lo ve como un éxito?

—Sí, sí, por supuesto. Lo que hice y lo que sigo haciendo en el mundo del tenis. No he puesto en una balanza las cosas malas con las buenas. Quizá hay más malas, pero me quedo con las buenas. He intentado siempre aprender de las malas, de las que pueden hacerte evolucionar; pero me quedo con las buenas. Uno tiene que tener esa autoestima. Todos hacemos cosas bien y mal. Si te quedas con las malas, solo vas a ir para abajo, porque no vas a aprender, sino que te van a hundir. Quedarte en el «y si…» y en el «es que…» no es la manera de vivir feliz.

—Volviendo un poco a Hamburgo, ¿ha visto muchas veces el torneo, la final?

—¿Entera? Nunca. Nunca, la verdad que no. He visto momentos. O pongo algunos fragmentos a los chavales, que intento poner donde sé que está lo mejor. Pero de principio a fin, sentado en casa con mis hijos, la verdad que no. Vivo el día.

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Belén Díaz

—¿Se ha sentido incomprendido por esa forma de ser?

—Soy echado para adelante, pero soy tímido; la llevo por dentro. A mí me ha costado empezar a trabajar en televisión, y he conseguido superarlo. He conseguido ser, creo, un buen comunicador. Es un espíritu de superación, de avanzar. Pero incomprendido, no. No me he sentido mal en el mundo del tenis, ni en el de la televisión. Cada uno tenemos nuestras pedradas. Lo digo mucho en el libro: soy una persona muy fácil, y según cómo también puedo ser muy complicado y difícil.

—¿Cuándo es uno y cuándo es otro?

—Creo que soy muy fácil, bien llevado, en un entorno correcto, como yo entiendo que debe ser la vida, con los demás, empatizando con tus compañeros. Y difícil por mi carácter, y cuando veo cosas injustas.

—También se ha criticado a Alcaraz por verbalizar lo que se hace normalmente, como salir de fiesta, ¿no?

—Si estuviese de fiesta todo el tiempo, no podría conseguir ni un 10% de lo que consigue. Si lo dices, te juzgan; y si no lo dices, eres un cínico. Antes podías ocultar que salías de fiesta porque no había redes sociales. ¿Para qué lo vas a ocultar hoy? Carlos lleva una carrera muy exitosa, muy maduro; sabe qué tiene que hacer y qué no. Lo he dicho más de una vez, a nivel de fiestas, Alcaraz es un amateur, comparado con otras épocas. Hoy se sale cuatro veces: tu cumpleaños, cuando ganas un Grand Slam, de vacaciones. Antes era normal hacer eso los sábados.

«Hay un salto para el que no te preparan: empiezan a lloverte ofertas, te conviertes en el jefe de un equipo… y te ves un poco perdido»

—¿Querría esta vida, con sus cosas buenas y malas, para sus hijos?

—Las cosas malas no, porque son mis hijos, pero tienen que pasar las cosas malas. El mayor ha jugado fútbol, ha jugado tenis, está estudiando, tiene una vida, es otro rollo. El pequeño es más como yo, pero en futbolista. Es bueno y quiere ser bueno. Tiene mucho adelantado, pero tiene que pasar esas cosas también malas. Si quieres ser profesional del deporte, no puedes vivir como viven los demás, pero lo que no le deseo a nadie son las lesiones, que forman parte de la vida, pero es lo más injusto. Luego ya que llegue a su techo, pero que no le frene nada.

«Alcaraz es un amateur en eso de salir. Si saliera todos los días no tendría el 10 % de la carrera que tiene. Si lo dices, te juzgan; si no lo dices, eres un cínico»

—Pero en el tenis estás tú y eres tu propio jefe.

—En tenis, de repente eres jefe de un equipo. Tú pagas a los demás. Los egos es algo para lo que también deberían preparar a los chavales. No todo el mundo entiende bien quién es el que manda, aunque seas tú el que paga. Es muy difícil. Tienes 18, 22 años, rico. Puedes despedir. En el fútbol desde pequeño sabes quién manda, sabes que pueden poner a otro. En el tenis es todo mucho más complejo. Por eso es uno de los deportes más duros y más difíciles, pero también es muy bonito. Todo fracaso es todo tuyo, todo éxito es todo tuyo.

—¿Cuándo decide que el tenis ya no es amor, sino sufrimiento?

—Fue una muerte anunciada, lenta, con tiempo; no fue de golpe. Era algo que yo sabía. Tenían la esperanza de que con 27 o 28 años llegaría a mi mejor nivel de madurez y llegaría mi mejor tenis. Pero las lesiones no me dejaban avanzar. No iba a conseguirlo por el físico. Era todo muy sufrido. Y acabas por tirar la toalla. Pierdes la ilusión y te cuesta tu día a día. Si tu día a día te cuesta, sea por familia o por trabajo, ¿qué sentido tiene estar aquí? Ahí es donde cambié de libro; no paso página, cambio de libro. ¿Es cobarde? ¿Es valiente? Cada uno lo puede ver de una manera. Yo puedo ver las dos.

—¿Fue una liberación o hubo rabia ese primer día sin tenis?

—No hubo rabia. Fue una liberación verbalizarlo y fue una liberación el saber que ya no tenía que seguir con ese esfuerzo extra.

—Kafelnikov dijo una vez que en tierra la mejor derecha era la suya. ¿Ve algo de su derecha en la de Alcaraz? 

—Sí, sí. Tiene una ejecución muy buena, desde los pies hasta el momento del golpeo, dándose bastante distancia con la bola para generar todo con las piernas, para saltar, para llegar a ella. Un poco, sí. Se parece más a la de Roger Federer técnicamente, pero es un estilo como la de Verdasco, como la de Alcaraz. Derechas que juegan con la mano suelta y que le entran por abajo, que pueden entrar de arriba abajo, pueden entrar de abajo arriba, sí.

—¿En qué cree que ha mejorado el tenis desde que jugaba? 

—Lo que más creo que la evolución en prevención de lesiones: preparación física, trabajo individualizado, alimentación. Y las superficies; se ha igualado todo mucho más. Se puede jugar en todas sin tener que ser especialista tanto en una u otra.

—¿Con qué se queda del tenis de sus años? 

—Con todo. Hemos sido parte de esta evolución, hemos sido un poco ratas de laboratorio. Formar parte de la historia en ese aspecto también me hace sentir muy bien.

 

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