La elección de un Papa tiene un lenguaje propio y está envuelta en términos únicos que hacen este momento histórico aún más especial Leer La elección de un Papa tiene un lenguaje propio y está envuelta en términos únicos que hacen este momento histórico aún más especial Leer
El cónclave es un momento histórico con un enorme atractivo internacional por su historia milenaria llena de símbolos y tradiciones. En estos días especiales, de gran valor periodístico, es muy habitual estar en contacto con conceptos propios de este momento de cambio para la Iglesia Católica, que dispone de su propia terminología; útil para entender el proceso que termina con la elección de un nuevo Papa.
Es el proceso por el cual se elige a un Papa de la Iglesia Católica. El origen de la palabra procede del latín y significa «con llave», apelando a la idea necesaria de aislamiento para los cardenales, hace siglos, con el objetivo de nombrar al sucesor de Pedro sin grandes retrasos. El día del cónclave empieza con la misa Pro Eligendo Pontifice en la Basílica de San Pedro y comienza, de forma efectiva, cuando el Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronuncia la célebre frase Extra Omnes unos minutos antes de que se cierren las puertas de la Capilla Sixtina.
Es la frase que aparece en las papeletas en las que los cardenales votan el sucesor de Pedro dentro de la Capilla Sixtina. Cada purpurado pone el nombre de su candidato preferido, intentando camuflar su caligrafía. Una vez terminan las votaciones, los cardenales encargados del recuento de los votos unen las papeletas con hilo que atraviesa precisamente la palabra Eligo, «Elijo», en latín.
Es la frase más conocida del cónclave y significa «Fuera Todos» en latín. Este miércoles la ha pronunciado el Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias, el arzobispo italiano Diego Ravelli. A partir del Extra Omnes, las puertas de la Capilla Sixtina se cierran y los cardenales quedan oficialmente aislados del exterior. Desde ese momento en adelante, salen todas las personas que no sean los cardenales electores y dando así comienzo a las votaciones secretas del cónclave.
Será la señal de que ya hay un nuevo Pontífice para la Iglesia Católica. Las papeletas de las votaciones se queman dentro de la propia Capilla Sixtina, en la parte opuesta al Juicio Final de Miguel Ángel. Si ningún papable logra la mayoría de dos tercios, la fumata será negra. Si un candidato para ser futuro Papa sí lograra la mayoría cualificada necesaria, la fumata será blanca y saldrá al exterior a través de la chimenea colocada en los últimos días en el tejado de la Capilla Sixtina. La chimenea estará encuadrada en directo a través de los medios televisivos del Vaticano, pero será visible también desde la Plaza de San Pedro. Si hubiera alguna duda acerca del color de la fumata, por ser más bien gris, el sonido de las campanas de la Basílica de San Pedro será la señal inequívoca de que los católicos de todo el mundo ya tienen un nuevo Santo Padre.
Es la frase más icónica y que indica que la Iglesia de Roma ya tiene un nuevo Pontífice. Las dos palabras en latín las pronuncia el cardenal protodiácono, que en esta ocasión será el francés Dominque Mamberti. Tras aceptar el cargo y vestirse en la Sala de las Lágrimas -vistiendo la muceta roja como marca la tradición o yendo completamente de blanco, como hizo el Papa Francisco- el nuevo Papa, tras ser anunciado, se asomará por primera vez en el balcón central de la Basílica de San Pedro. Llevando la estola y el anillo del pescador, el nuevo Pontífice impartirá la bendición Urbi et Orbi, «a la ciudad de Roma y al mundo».
Para ser Pontífice de la Iglesia Católica, el purpurado tendrá que obtener al menos dos tercios de los votos, en este caso, 89 votos de los 133 totales. Esto se mantendría así hasta las primeras 34 votaciones, a partir de entonces los candidatos se reducirán solamente a dos, pero tendrán igualmente que obtener una mayoría cualificada de dos tercios.
Es el nombre con el que se conoce la sacristía de la Capilla Sixtina. Tras la obtención de la mayoría cualificada de dos tercios, al futuro Papa le preguntarán si aceptará la elección como Sumo Pontífice y, en caso afirmativo, en ese instante pasará a ser el nuevo Papa de la Iglesia Católica; tras lo cual habrá luz verde para la fumata blanca y el sonido de las campanas. Tras haber aceptado el cargo, el nuevo Pontífice elegirá su nombre como sucesor de Pedro y cambiará su vestuario en la Sala de las Lágrimas antes de asomarse por el balcón central de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Es la residencia en la que se alojan los cardenales llegados de todas las partes del mundo para reunirse en el cónclave. Fue construida a finales de los años setenta precisamente para recibir debidamente a los purpurados llamados a elegir a los futuros Pontífices. En los últimos 12 años Santa Marta ha sido un lugar muy conocido porque ha sido la residencia habitual del Papa Francisco, quien decidió no vivir en el Palacio Apostólico.
El cónclave es un sistema electivo entre los cardenales para nombrar al futuro Pontífice y se organiza en votaciones. El primer día de cónclave, este miércoles, hubo sólo una votación —que habitualmente es de tanteo y sirve, esencialmente, para comprobar quiénes son realmente los candidatos reales—. A partir de ese momento, habrá siempre cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. Si no hubiera un Pontífice elegido en los primeros tres días, habrá un día de pausa —en este caso, este domingo— antes de retomar de nuevo las votaciones.
Internacional // elmundo