Sánchez sale a la ofensiva frente a la ola antiinmigración azuzada por la ultraderecha que detectan los sondeos

España vuelve a ser una excepción en la política europea. Sin en julio de 2023 se convirtió en uno de los pocos países que frenó la ola conservadora, y además dejó a la ultraderecha de Vox por debajo del 13%, una cifra baja en los estándares europeos actuales, este miércoles se destacó además por tener no solo un Gobierno sino un amplio grupo de partidos de la mayoría que hicieron discursos en positivo sobre la inmigración, el asunto que está devorando la política europea y americana y tiene cada vez más acorralados a los progresistas en todo el continente.

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 El presidente despliega un discurso en positivo y busca un pacto con el canario Clavijo, al que recibe este jueves, para meter presión al PP, al que sitúa atrapado por Vox  

España vuelve a ser una excepción en la política europea. Sin en julio de 2023 se convirtió en uno de los pocos países que frenó la ola conservadora, y además dejó a la ultraderecha de Vox por debajo del 13%, una cifra baja en los estándares europeos actuales, este miércoles se destacó además por tener no solo un Gobierno sino un amplio grupo de partidos de la mayoría que hicieron discursos en positivo sobre la inmigración, el asunto que está devorando la política europea y americana y tiene cada vez más acorralados a los progresistas en todo el continente.

La mayoría de ellos, como el alemán Olaf Scholz o el británico Keir Starmer, se están entregando a discursos duros sobre inmigración. Por el contrario, Pedro Sánchez, apoyado en esto claramente por Sumar, el PNV, Bildu, ERC, Podemos, el BNG e incluso Coalición Canaria, una de las más afectadas, lanzó este jueves en el Congreso un discurso a la ofensiva en defensa de la inmigración y de lucha contra los bulos y las cifras falsas que rodean la ola xenófoba que recorre Europa.

Además, este jueves el presidente rematará esta estrategia con una reunión en La Moncloa con el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, de Coalición Canaria, un grupo que señaló en el debate que estaba de acuerdo con las posiciones a favor de la migración que trasladó Sánchez. El presidente buscará un acuerdo con Clavijo para meter presión al PP, que ha roto las negociaciones para el reparto por toda España de los 6.000 menores no acompañados que se acumulan en Canarias. La Moncloa intentará atraerse a Clavijo, con el que ya pactaron antes del verano, con propuestas de solución. Por el contrario, Sánchez coloca al PP atrapado por Vox. “El señor Abascal ha dicho hoy una verdad aquí, aunque no acostumbra”, ironizó Sánchez. “Que no van a votar ningún presupuesto autonómico del PP si pactan el reparto de menores. Por eso ustedes rompen las negociaciones”, insistió.

Ante la evidencia, reflejada primero por la encuesta del CIS y después aún más claramente por la de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER, de que esa ola está entrando con fuerza también en España, Sánchez y sus aliados parlamentarios salieron al contrataque con una defensa rotunda de la inmigración por motivos económicos —“es sinónimo de riqueza”—, demográficos —“sin ella perderíamos 30 millones de personas en edad de trabajar en los próximos años en Europa”— y también históricos: porque España, que fue durante mucho tiempo un país de emigrantes, no puede ahora convertirse en uno xenófobo. “Los españoles somos hijos de la inmigración, no vamos a ser padres de la xenofobia”, resumió Sánchez. “Hagamos una política migratoria de la que nuestros mayores puedan sentirse orgullosos. Y hagamos una política migratoria que garantice el futuro de sus nietos”, remató después de contar, leyendo una crónica de un periódico venezolano de 1949, el estado calamitoso en el que llegaron unos emigrantes canarios a las costas de ese país, que ahora manda emigrantes a España.

Sánchez leyó ese artículo de 1949 que podría ser la crónica de la llegada de un cayuco hoy a Canarias. “Un velero destartalado ha llegado a la costa con 106 inmigrantes irregulares a bordo. Los sin papeles detenidos, entre los que había diez mujeres y una niña de cuatro años, se hallaban en condiciones lamentables: famélicos, sucios y con las ropas hechas jirones. La bodega del barco, que sólo mide 19 metros de eslora, parecía un vomitorio y despedía un hedor insoportable”, decía el texto, con el que hizo campaña el Gobierno canario ya en 2001 a favor de la inmigración. “Podrían ser nigerianos, senegaleses, pero eran españoles, canarios. España es un país de emigrantes. Siempre debemos empezar recordando este hecho. Nuestro deber ahora es ser esa sociedad de acogida que a ellos les hubiera gustado encontrar al otro lado de los Pirineos o del Atlántico. Esta es la deuda moral que tenemos con nuestros mayores”, aseguró el presidente nada más arrancar.

Como otros miembros del Gobierno, el propio Sánchez tiene esa experiencia de la emigración en su familia. Según cuenta en su último libro, Tierra Firme (Península), su abuelo y su padre emigraron a Alemania a buscar trabajo, aunque por un breve periodo de tiempo. Aún tiene familia que se quedó por la zona a la que se mudaron, cerca de Stuttgart. Cuando el líder del PSOE nació, en 1972, su familia ya estaba instalada en Madrid. Pero hay otros miembros del Gobierno que directamente nacieron en la inmigración, como Rafael Simancas, secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, nacido en Kehl (Alemania) en 1966. Es una historia frecuente entre varios miembros del Ejecutivo, hijos de la emigración, como Félix Bolaños, cuyos padres volvieron a España desde Suiza para casarse y tener hijos en Madrid. Es algo que recorre la historia de miles de familias españolas, y el propio Mariano Rajoy, cuando era presidente y hablaba de inmigración, siempre lo reivindicaba como una algo habitual entre sus propios familiares gallegos.

Pero sobre todo Sánchez fue al corazón del mensaje político, muy diferente al de otros líderes europeos, e insistió mucho en la idea que España, como toda Europa, “tiene que elegir entre ser un país abierto y próspero o cerrado y pobre”. Aunque tampoco todo fue mensaje positivo sin más. Sánchez defendió el control de fronteras y anunció que el Gobierno va a poner en marcha un “plan de integración y convivencia intercultural” en toda España para evitar “los errores cometidos por otros países”.

Sánchez desgranó una batería de datos muy preparada para demostrar que el discurso antiinmigración que triunfa en Europa es suicida. “Más de la mitad de las empresas españolas tienen problemas para cubrir su necesidad de mano de obra. A partir de 2025, la población europea irá reduciéndose. En los próximos años, Europa perderá 30 millones de personas en edad de trabajar. Y para combatirlo solo contamos con dos herramientas: nacimientos y migraciones. Hacemos todo lo posible para mejorar la natalidad, con permisos de paternidad ampliados, hemos subido el salario mínimo, estamos haciendo política de vivienda. Haremos una nueva ley de familias. Pero no nos engañemos. No es realista pensar que España va a recuperar la tasa de 2,1 hijos por mujer que dejamos atrás en 1980. Ningún país desarrollado del mundo lo ha logrado. Muchos jóvenes no tienen hijos porque no quieren. Debemos aprender a respetar eso. Por eso la inmigración no es solo cuestión de humanidad, que ya bastaría. Es necesaria para nuestra economía y prosperidad”, insistió.

Sánchez insistía además con la catarata de datos para desmontar los bulos que crecen sobre la inmigración. “Vox y el PP dicen que los inmigrantes vienen a vaguear y acaparar subsidios. La realidad es que los inmigrantes tienen una tasa de actividad 4 puntos superior a los nacionales. Aportan el 10% de los ingresos a la Seguridad Social. Y usan los servicios públicos y las prestaciones sociales un 40% menos que los nacidos en España”.

El presidente también tuvo mensajes hacia la izquierda que denuesta cualquier debate sobre integración. “No podemos solo llamar xenófobos a los que detallan problemas. Otros países europeos han fracasado en la integración y de ahí el ascenso de la ultraderecha. En España debemos lograr un modelo de integración de éxito. Es evidente que los inmigrantes tienen derechos, pero también tienen obligaciones. Una es respetar los valores constitucionales y nuestras costumbres. La libertad de expresión, la laicidad de las instituciones o la libertad de mujeres”. Y siguió con los datos. “¿Delinquen los inmigrantes? Claro. Pero si analizamos los datos por edad y renta, la tasa es igual que la de los españoles. Porque los extranjeros no son peores ni mejores que nosotros, son iguales. Sabemos que cuando se habla de migraciones se debate contra mitos. Es una batalla muy difícil de ganar, pero estamos decididos a hacerlo”, insistió el presidente español, convencido de que la única manera de vencer esta compleja batalla que arrasa la política europea es con una ofensiva de datos y argumentos racionales pero también emocionales, apelando a la memoria familiar de España como país de emigrantes.

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