Aprovechando la tregua meteorológica, el sábado se echó la gente a la calle como si no hubiera un mañana. Pedazo de día, de los de marzo cuaresmal de toda la vida en Sevilla, con el solano sin nubes y las terrazas a reventar. Pero el mañana era ayer domingo, que salió despejado pero se fue estropeando conforme pasaban las horas, hasta ponerse feo a la hora de la siesta, que es cuando jugaba el Sevilla.Arbitraba el encuentro Pulido Santana, que tiene toda la cara del actor Dennis Quaid. El norteamericano aparece en más de cien películas, pero una de las más recordadas es El día después de mañana, una película de esas de catástrofe en el que el mundo se pone patas arriba y todo colapsa. En el partido de ayer mandó casi todo el tiempo el tedio, y llovió aunque no demasiado, pero en el campo hacía frío y muchos sevillistas, para lo que estaban viendo, hubieran preferido quedarse en casa. La catástrofe llegó tarde, con el gol del Athletic en el 83, pero la hecatombe se venía rumiando desde muchos minutos antes.La tarde encapotada iba a ser, más que catastrófica, de terror. E iba a estar protagonizada por las manos. Una de las primeras películas dirigidas por Oliver Stone se llamaba La mano. En ella, un pintor (Michael Caine) perdía en un accidente su mano. Pero resulta que esta cobraba vida y comenzaba a cometer tropelías. Ayer, una mano fuera del área de Nyland, en los primeros minutos del partido, por poco desemboca en el primer gol de los bilbaínos. Por suerte, el balón acabó en el palo. Otra mano, esta vez de Saúl dentro del área, provocó un penalti contra el Sevilla tras la revisión del VAR. Pero a partir de ahí, al contrario que en la película de marras, la mano se volvió buena. Porque por primera vez en mucho tiempo -su primera vez como sevillista-, Nyland paró un penalti. Ya avanzado el segundo tiempo, otra mano bendita del noruego evitó el gol de Iñaki Williams.Desde mucho rato antes, se mascaba la tragedia. La presión alta del Athletic convertía la tarea de sacar el balón desde el área propia en una labor titánica. Salvo alguna ocasión contada, como la que tuvo Ejuke en los primeros minutos tras la reanudación, el Sevilla parecía completamente perdido. E incapaz de aprovecharse de la decisión de Valverde de dar algo de descanso a algunos de sus titulares más letales. Cuando Nico Williams saltó al terreno de juego quedaba todavía media hora de partido. García Pimienta movió también el banquillo, optando por Juanlu y Rubén Vargas para sustituir a Isaac y Ejuke. La cosa no remontaba, y cuando quedaban menos de diez minutos, como el día de su debut ante el Getafe, el entrenador decidió sacar a Akor Adams. Igual que aquella vez, menos de un cuarto de hora en el terreno de juego, y la misma imposibilidad de valorar si el jugador reúne o no fundamentos para el gol.Las manos de Nyland fueron las protagonistas del encuentro ante el Athletic. Pero no hay mano que pueda contener tanto asedio. Y al final, el gol se percibió como algo inevitable. Un gol que, como la lluvia, empapó el ánimo del sevillismo, haciendo reventar por los aires las cábalas más felices que todavía persisten en afirmar que este equipo está para Europa.En El día del mañana, Dennis Quaid salva al mundo. El Dennis Quaid que arbitró el partido en el día de ayer acercó aún más las posibilidades de destrucción del futuro inmediato del Sevilla, al apercibir con amarillas (justificadas) a Agoumé y a Sow, que se perderán el choque contra el eterno rival.Al parón de bajón. Ese es el ánimo antes de enfrentarnos al Betis. Dos semanas para pensar mucho e intentar recuperar el ánimo. A ver si para entonces, al menos, escampa. Aprovechando la tregua meteorológica, el sábado se echó la gente a la calle como si no hubiera un mañana. Pedazo de día, de los de marzo cuaresmal de toda la vida en Sevilla, con el solano sin nubes y las terrazas a reventar. Pero el mañana era ayer domingo, que salió despejado pero se fue estropeando conforme pasaban las horas, hasta ponerse feo a la hora de la siesta, que es cuando jugaba el Sevilla.Arbitraba el encuentro Pulido Santana, que tiene toda la cara del actor Dennis Quaid. El norteamericano aparece en más de cien películas, pero una de las más recordadas es El día después de mañana, una película de esas de catástrofe en el que el mundo se pone patas arriba y todo colapsa. En el partido de ayer mandó casi todo el tiempo el tedio, y llovió aunque no demasiado, pero en el campo hacía frío y muchos sevillistas, para lo que estaban viendo, hubieran preferido quedarse en casa. La catástrofe llegó tarde, con el gol del Athletic en el 83, pero la hecatombe se venía rumiando desde muchos minutos antes.La tarde encapotada iba a ser, más que catastrófica, de terror. E iba a estar protagonizada por las manos. Una de las primeras películas dirigidas por Oliver Stone se llamaba La mano. En ella, un pintor (Michael Caine) perdía en un accidente su mano. Pero resulta que esta cobraba vida y comenzaba a cometer tropelías. Ayer, una mano fuera del área de Nyland, en los primeros minutos del partido, por poco desemboca en el primer gol de los bilbaínos. Por suerte, el balón acabó en el palo. Otra mano, esta vez de Saúl dentro del área, provocó un penalti contra el Sevilla tras la revisión del VAR. Pero a partir de ahí, al contrario que en la película de marras, la mano se volvió buena. Porque por primera vez en mucho tiempo -su primera vez como sevillista-, Nyland paró un penalti. Ya avanzado el segundo tiempo, otra mano bendita del noruego evitó el gol de Iñaki Williams.Desde mucho rato antes, se mascaba la tragedia. La presión alta del Athletic convertía la tarea de sacar el balón desde el área propia en una labor titánica. Salvo alguna ocasión contada, como la que tuvo Ejuke en los primeros minutos tras la reanudación, el Sevilla parecía completamente perdido. E incapaz de aprovecharse de la decisión de Valverde de dar algo de descanso a algunos de sus titulares más letales. Cuando Nico Williams saltó al terreno de juego quedaba todavía media hora de partido. García Pimienta movió también el banquillo, optando por Juanlu y Rubén Vargas para sustituir a Isaac y Ejuke. La cosa no remontaba, y cuando quedaban menos de diez minutos, como el día de su debut ante el Getafe, el entrenador decidió sacar a Akor Adams. Igual que aquella vez, menos de un cuarto de hora en el terreno de juego, y la misma imposibilidad de valorar si el jugador reúne o no fundamentos para el gol.Las manos de Nyland fueron las protagonistas del encuentro ante el Athletic. Pero no hay mano que pueda contener tanto asedio. Y al final, el gol se percibió como algo inevitable. Un gol que, como la lluvia, empapó el ánimo del sevillismo, haciendo reventar por los aires las cábalas más felices que todavía persisten en afirmar que este equipo está para Europa.En El día del mañana, Dennis Quaid salva al mundo. El Dennis Quaid que arbitró el partido en el día de ayer acercó aún más las posibilidades de destrucción del futuro inmediato del Sevilla, al apercibir con amarillas (justificadas) a Agoumé y a Sow, que se perderán el choque contra el eterno rival.Al parón de bajón. Ese es el ánimo antes de enfrentarnos al Betis. Dos semanas para pensar mucho e intentar recuperar el ánimo. A ver si para entonces, al menos, escampa.
Aprovechando la tregua meteorológica, el sábado se echó la gente a la calle como si no hubiera un mañana. Pedazo de día, de los de marzo cuaresmal de toda la vida en Sevilla, con el solano sin nubes y las terrazas a reventar. Pero el … mañana era ayer domingo, que salió despejado pero se fue estropeando conforme pasaban las horas, hasta ponerse feo a la hora de la siesta, que es cuando jugaba el Sevilla.
Arbitraba el encuentro Pulido Santana, que tiene toda la cara del actor Dennis Quaid. El norteamericano aparece en más de cien películas, pero una de las más recordadas es El día después de mañana, una película de esas de catástrofe en el que el mundo se pone patas arriba y todo colapsa. En el partido de ayer mandó casi todo el tiempo el tedio, y llovió aunque no demasiado, pero en el campo hacía frío y muchos sevillistas, para lo que estaban viendo, hubieran preferido quedarse en casa. La catástrofe llegó tarde, con el gol del Athletic en el 83, pero la hecatombe se venía rumiando desde muchos minutos antes.
La tarde encapotada iba a ser, más que catastrófica, de terror. E iba a estar protagonizada por las manos. Una de las primeras películas dirigidas por Oliver Stone se llamaba La mano. En ella, un pintor (Michael Caine) perdía en un accidente su mano. Pero resulta que esta cobraba vida y comenzaba a cometer tropelías. Ayer, una mano fuera del área de Nyland, en los primeros minutos del partido, por poco desemboca en el primer gol de los bilbaínos. Por suerte, el balón acabó en el palo. Otra mano, esta vez de Saúl dentro del área, provocó un penalti contra el Sevilla tras la revisión del VAR. Pero a partir de ahí, al contrario que en la película de marras, la mano se volvió buena. Porque por primera vez en mucho tiempo -su primera vez como sevillista-, Nyland paró un penalti. Ya avanzado el segundo tiempo, otra mano bendita del noruego evitó el gol de Iñaki Williams.
Desde mucho rato antes, se mascaba la tragedia. La presión alta del Athletic convertía la tarea de sacar el balón desde el área propia en una labor titánica. Salvo alguna ocasión contada, como la que tuvo Ejuke en los primeros minutos tras la reanudación, el Sevilla parecía completamente perdido. E incapaz de aprovecharse de la decisión de Valverde de dar algo de descanso a algunos de sus titulares más letales. Cuando Nico Williams saltó al terreno de juego quedaba todavía media hora de partido. García Pimienta movió también el banquillo, optando por Juanlu y Rubén Vargas para sustituir a Isaac y Ejuke. La cosa no remontaba, y cuando quedaban menos de diez minutos, como el día de su debut ante el Getafe, el entrenador decidió sacar a Akor Adams. Igual que aquella vez, menos de un cuarto de hora en el terreno de juego, y la misma imposibilidad de valorar si el jugador reúne o no fundamentos para el gol.
Las manos de Nyland fueron las protagonistas del encuentro ante el Athletic. Pero no hay mano que pueda contener tanto asedio. Y al final, el gol se percibió como algo inevitable. Un gol que, como la lluvia, empapó el ánimo del sevillismo, haciendo reventar por los aires las cábalas más felices que todavía persisten en afirmar que este equipo está para Europa.
En El día del mañana, Dennis Quaid salva al mundo. El Dennis Quaid que arbitró el partido en el día de ayer acercó aún más las posibilidades de destrucción del futuro inmediato del Sevilla, al apercibir con amarillas (justificadas) a Agoumé y a Sow, que se perderán el choque contra el eterno rival.
Al parón de bajón. Ese es el ánimo antes de enfrentarnos al Betis. Dos semanas para pensar mucho e intentar recuperar el ánimo. A ver si para entonces, al menos, escampa.
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