Sin cuento de Navidad ni brindis por año nuevo

Siempre he defendido y defenderé que l as personas deben vestirse por los pies , es decir, que sus decisiones no puedan cambiar del blanco al negro y viceversa según les venga el viento o les venga en gana. Hay que ser consecuente con lo que se piensa y actuar según unos principios. Creo que hasta aquí todos estaríamos de acuerdo en la descripción de una persona de orden. Sin embargo, también me gusta pensar que cualquier situación desagradable no se soluciona únicamente por la vía coercitiva , que hay más caminos de convivencia dentro de la complejidad en las relaciones personales. Y más si estamos tratando el asunto de un padre y un hijo. Evidentemente, la familia Del Nido no se parece demasiado a la de cualquiera que esté leyendo estas líneas . Cuando alcanzas poder o notoriedad, en el ámbito de la vida que cada uno tenga a bien explorar, tu vida se va alejando poco a poco de lo cotidiano, más si la alimentas desde cierto grado de soberbia. Desde la posición paternalista que me toca ver la vida en 2025 , no me imagino ni por un mísero segundo el tener una situación con mi primogénito, también heredando el nombre de pila de su padre (gracias a Dios no estaba de moda en 2014 llamar a tus hijos con nombres modernos), de hacernos la vida imposible el uno al otro. Las piedras en el camino se las quitaré yo a él hasta que la edad de uno y otro propicie que me las quite él a mí. Por esto mismo, cada vez que veo recrudecerse la guerra entre los dos José María del Nido se me hace cierto nudo en el estómago que entremezcla incredulidad, hastío, vergüenza…Tampoco pienso que deba ser fácil, desde la otra esquina, ser hijo del expresidente del Sevilla . Una persona nada acostumbrada a encontrarse delante gente que sea capaz de decirle que no a cualquier ocurrencia que tenga. Su época de máximo esplendor profesional posiblemente haya pasado y siga esa inercia tan humana como errada de agarrarse más a su recuerdo que a su presente. De pensar que aún le quedan energías para realizar lo que en 11 años de mandato no le diese tiempo a hacer. De empeñarse en gobernar el Sevilla cuando el paso al lado para una tercera vía con menos pasado y más recursos seguro que abre nuevamente las ventanas de una casa con olor a rancio. Su hijo está explorando esa vía, no la tercera, sino la de enfocar un cambio en el Sevilla abanderado por su juventud, aunque pecando por los impulsos de la edad o de unos consejeros que no ven más allá del acariciar la piel del amo mientras no me mueva la silla . Ya le pasaba al padre y ahora se copia ese modelo servil con el poderoso con el hijo.Porque esos pecados de juventud, por mucho que te hayan criado en sólo mostrar fortaleza, ocultando cualquier signo de debilidad , terminan provocando que vayas cerrando los problemas con fuego. En cortar relaciones con el Betis por haberte buscado un perjuicio deportivo, con todas las situaciones 100 veces más desagradables que hemos vivido en la ciudad por culpa de dirigentes con pocas luces. En cerrarle ahora las puertas de la casa de todos los sevillistas a un expresidente y socio bien antiguo por una discusión, todo lo subida de tono que queramos, con un adversario de toga. No está más legitimado quien se atribuye el poder de acabar con todo mediante la fuerza. Más bien lo está quien construye puentes tras decir a la cara lo que piensa. Ser implacable no implica ser igualmente despiadado. Firme y con cintura. Por eso es tan difícil alcanzar puestos de máxima responsabilidad. Te toca tragarte el orgullo y abanderar una forma de hacer las cosas que no todo el mundo puede. No se me quita de la cabeza la frase de Del Nido Benavente sobre la «mano» que le dio a su hijo cuando más la necesitaba. Ni cuento de Navidad, ni brindis familiar por el nuevo año. Todo el amor y la bondad que impregnaron las gradas del Sánchez-Pizjuán con la despedida de Jesús Navas termina pisoteada por una guerra que ya cansa y que sólo representa a dos personas. El Sevilla es una familia unidad. Su máximo dirigente y su máximo accionista, por desgracia sólo para ellos, no.   Siempre he defendido y defenderé que l as personas deben vestirse por los pies , es decir, que sus decisiones no puedan cambiar del blanco al negro y viceversa según les venga el viento o les venga en gana. Hay que ser consecuente con lo que se piensa y actuar según unos principios. Creo que hasta aquí todos estaríamos de acuerdo en la descripción de una persona de orden. Sin embargo, también me gusta pensar que cualquier situación desagradable no se soluciona únicamente por la vía coercitiva , que hay más caminos de convivencia dentro de la complejidad en las relaciones personales. Y más si estamos tratando el asunto de un padre y un hijo. Evidentemente, la familia Del Nido no se parece demasiado a la de cualquiera que esté leyendo estas líneas . Cuando alcanzas poder o notoriedad, en el ámbito de la vida que cada uno tenga a bien explorar, tu vida se va alejando poco a poco de lo cotidiano, más si la alimentas desde cierto grado de soberbia. Desde la posición paternalista que me toca ver la vida en 2025 , no me imagino ni por un mísero segundo el tener una situación con mi primogénito, también heredando el nombre de pila de su padre (gracias a Dios no estaba de moda en 2014 llamar a tus hijos con nombres modernos), de hacernos la vida imposible el uno al otro. Las piedras en el camino se las quitaré yo a él hasta que la edad de uno y otro propicie que me las quite él a mí. Por esto mismo, cada vez que veo recrudecerse la guerra entre los dos José María del Nido se me hace cierto nudo en el estómago que entremezcla incredulidad, hastío, vergüenza…Tampoco pienso que deba ser fácil, desde la otra esquina, ser hijo del expresidente del Sevilla . Una persona nada acostumbrada a encontrarse delante gente que sea capaz de decirle que no a cualquier ocurrencia que tenga. Su época de máximo esplendor profesional posiblemente haya pasado y siga esa inercia tan humana como errada de agarrarse más a su recuerdo que a su presente. De pensar que aún le quedan energías para realizar lo que en 11 años de mandato no le diese tiempo a hacer. De empeñarse en gobernar el Sevilla cuando el paso al lado para una tercera vía con menos pasado y más recursos seguro que abre nuevamente las ventanas de una casa con olor a rancio. Su hijo está explorando esa vía, no la tercera, sino la de enfocar un cambio en el Sevilla abanderado por su juventud, aunque pecando por los impulsos de la edad o de unos consejeros que no ven más allá del acariciar la piel del amo mientras no me mueva la silla . Ya le pasaba al padre y ahora se copia ese modelo servil con el poderoso con el hijo.Porque esos pecados de juventud, por mucho que te hayan criado en sólo mostrar fortaleza, ocultando cualquier signo de debilidad , terminan provocando que vayas cerrando los problemas con fuego. En cortar relaciones con el Betis por haberte buscado un perjuicio deportivo, con todas las situaciones 100 veces más desagradables que hemos vivido en la ciudad por culpa de dirigentes con pocas luces. En cerrarle ahora las puertas de la casa de todos los sevillistas a un expresidente y socio bien antiguo por una discusión, todo lo subida de tono que queramos, con un adversario de toga. No está más legitimado quien se atribuye el poder de acabar con todo mediante la fuerza. Más bien lo está quien construye puentes tras decir a la cara lo que piensa. Ser implacable no implica ser igualmente despiadado. Firme y con cintura. Por eso es tan difícil alcanzar puestos de máxima responsabilidad. Te toca tragarte el orgullo y abanderar una forma de hacer las cosas que no todo el mundo puede. No se me quita de la cabeza la frase de Del Nido Benavente sobre la «mano» que le dio a su hijo cuando más la necesitaba. Ni cuento de Navidad, ni brindis familiar por el nuevo año. Todo el amor y la bondad que impregnaron las gradas del Sánchez-Pizjuán con la despedida de Jesús Navas termina pisoteada por una guerra que ya cansa y que sólo representa a dos personas. El Sevilla es una familia unidad. Su máximo dirigente y su máximo accionista, por desgracia sólo para ellos, no.    

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Siempre he defendido y defenderé que las personas deben vestirse por los pies, es decir, que sus decisiones no puedan cambiar del blanco al negro y viceversa según les venga el viento o les venga en gana. Hay que ser consecuente con lo que …

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