Todo el mundo niega lo que todo el mundo ve

Hace tiempo que Barcelona es, en lo político y en lo deportivo, que en el fondo es lo mismo, la ciudad de la negación. La negación por la negación. La negación de la evidencia por no tener que afrontarla. Todo el mundo niega lo que todo el mundo ve. Como los niños que cierran los ojos para no ver al lobo y creen que cuando los abran ya no estará, así el barcelonismo mediático, callejero e institucional niega cualquier crisis y cualquier problema con Lamine Yamal .El gran argumento para el negacionismo es que también por estas fechas hubo un bajón la temporada pasada, y que luego se remontó sin problema. Es un argumento cierto en su literalidad, pero irregular en su espíritu, porque el problema del Barcelona no es de puntos o clasificación, ni de planteamiento futbolístico, sino de actitud. Lamine no está en forma, ni física ni mental, y la falta de tensión competitiva de la defensa impide que sea efectiva la famosa «línea Flick». Éste no era el aire del año pasado.El entrenador está visiblemente incómodo con el comportamiento de su joven estrella, pero a la hora de reprenderla, para poder reconducirla, topa con el club, que la mima, la protege, y quiere evitar incendios. Nada de esto pasaba tampoco la temporada anterior. Más de fondo, en partidos como el del Bernabéu , se nota especialmente el poco banquillo de que dispone el equipo actualmente. La catastrófica gestión económica del club se refleja en estas limitaciones que, cuando todo va bien, no se notan, porque los titulares rinden a un nivel estratosférico y disimulan cualquier carencia. Pero cuando llegan las lesiones, las crisis en el juego, y la intermitencia -por decir lo menos- en el rendimiento de los jugadores importantes, la falta de dinero se hace especialmente notoria, lo mismo que sucede en las empresas cuando caen las ventas o en los matrimonios y las familias cuando se rompen.Rachas de malos resultados, todos los equipos tienen, incluso en temporadas en que acaban ganando el triplete, o más. Pero el Barça no está ante una racha de malos resultados, sino ante una fase de falta compromiso de sus jugadores, de poca concentración y demasiadas distracciones. Y liderando el desmadre, su jugador de referencia, que además acaba de renovar por cifras millonarias.Que la joven estrella pasara parte de sus vacaciones veraniegas con Neymar fue un indicio que a todos puso en guardia. Que haya comprado, por 11 millones de euros, la que fue la casa de Piqué y Shakira, más que un indicio es una metáfora. Eso sí, Lamine Yamal es mucho más simpático con los camareros que Geri. Primero porque no bebe, de modo que nunca pierde los papeles. Segundo, porque cuando les pide un extra en sus funciones -normalmente en los horarios- los invita al partido siguiente en Montjuïc. Piqué era desagradable, maleducado, ponía los pies, calzados, encima de las bancadas, exigía fumar puros donde estaba manifiestamente prohibido y que le sirvieran gintónics cuando el bar y el restaurante habían cerrado. Por todo ello, a Lamine le dejan gratis el reservado que siempre le negaron a Piqué si no pagaba los 1.200 euros que cuesta (comida y bebida aparte). Luego es verdad que Lamine se queda en la suite del hotel, que cuesta por encima de los 2.000. Ésta es su vida, y muy probablemente sería la nuestra si tuviéramos su edad y lo que él, de golpe, ha conseguido tener. Hace tiempo que Barcelona es, en lo político y en lo deportivo, que en el fondo es lo mismo, la ciudad de la negación. La negación por la negación. La negación de la evidencia por no tener que afrontarla. Todo el mundo niega lo que todo el mundo ve. Como los niños que cierran los ojos para no ver al lobo y creen que cuando los abran ya no estará, así el barcelonismo mediático, callejero e institucional niega cualquier crisis y cualquier problema con Lamine Yamal .El gran argumento para el negacionismo es que también por estas fechas hubo un bajón la temporada pasada, y que luego se remontó sin problema. Es un argumento cierto en su literalidad, pero irregular en su espíritu, porque el problema del Barcelona no es de puntos o clasificación, ni de planteamiento futbolístico, sino de actitud. Lamine no está en forma, ni física ni mental, y la falta de tensión competitiva de la defensa impide que sea efectiva la famosa «línea Flick». Éste no era el aire del año pasado.El entrenador está visiblemente incómodo con el comportamiento de su joven estrella, pero a la hora de reprenderla, para poder reconducirla, topa con el club, que la mima, la protege, y quiere evitar incendios. Nada de esto pasaba tampoco la temporada anterior. Más de fondo, en partidos como el del Bernabéu , se nota especialmente el poco banquillo de que dispone el equipo actualmente. La catastrófica gestión económica del club se refleja en estas limitaciones que, cuando todo va bien, no se notan, porque los titulares rinden a un nivel estratosférico y disimulan cualquier carencia. Pero cuando llegan las lesiones, las crisis en el juego, y la intermitencia -por decir lo menos- en el rendimiento de los jugadores importantes, la falta de dinero se hace especialmente notoria, lo mismo que sucede en las empresas cuando caen las ventas o en los matrimonios y las familias cuando se rompen.Rachas de malos resultados, todos los equipos tienen, incluso en temporadas en que acaban ganando el triplete, o más. Pero el Barça no está ante una racha de malos resultados, sino ante una fase de falta compromiso de sus jugadores, de poca concentración y demasiadas distracciones. Y liderando el desmadre, su jugador de referencia, que además acaba de renovar por cifras millonarias.Que la joven estrella pasara parte de sus vacaciones veraniegas con Neymar fue un indicio que a todos puso en guardia. Que haya comprado, por 11 millones de euros, la que fue la casa de Piqué y Shakira, más que un indicio es una metáfora. Eso sí, Lamine Yamal es mucho más simpático con los camareros que Geri. Primero porque no bebe, de modo que nunca pierde los papeles. Segundo, porque cuando les pide un extra en sus funciones -normalmente en los horarios- los invita al partido siguiente en Montjuïc. Piqué era desagradable, maleducado, ponía los pies, calzados, encima de las bancadas, exigía fumar puros donde estaba manifiestamente prohibido y que le sirvieran gintónics cuando el bar y el restaurante habían cerrado. Por todo ello, a Lamine le dejan gratis el reservado que siempre le negaron a Piqué si no pagaba los 1.200 euros que cuesta (comida y bebida aparte). Luego es verdad que Lamine se queda en la suite del hotel, que cuesta por encima de los 2.000. Ésta es su vida, y muy probablemente sería la nuestra si tuviéramos su edad y lo que él, de golpe, ha conseguido tener.  

Hace tiempo que Barcelona es, en lo político y en lo deportivo, que en el fondo es lo mismo, la ciudad de la negación. La negación por la negación. La negación de la evidencia por no tener que afrontarla. Todo el mundo niega lo que … todo el mundo ve. Como los niños que cierran los ojos para no ver al lobo y creen que cuando los abran ya no estará, así el barcelonismo mediático, callejero e institucional niega cualquier crisis y cualquier problema con Lamine Yamal.

El gran argumento para el negacionismo es que también por estas fechas hubo un bajón la temporada pasada, y que luego se remontó sin problema. Es un argumento cierto en su literalidad, pero irregular en su espíritu, porque el problema del Barcelona no es de puntos o clasificación, ni de planteamiento futbolístico, sino de actitud. Lamine no está en forma, ni física ni mental, y la falta de tensión competitiva de la defensa impide que sea efectiva la famosa «línea Flick». Éste no era el aire del año pasado.

El entrenador está visiblemente incómodo con el comportamiento de su joven estrella, pero a la hora de reprenderla, para poder reconducirla, topa con el club, que la mima, la protege, y quiere evitar incendios. Nada de esto pasaba tampoco la temporada anterior.

Más de fondo, en partidos como el del Bernabéu, se nota especialmente el poco banquillo de que dispone el equipo actualmente. La catastrófica gestión económica del club se refleja en estas limitaciones que, cuando todo va bien, no se notan, porque los titulares rinden a un nivel estratosférico y disimulan cualquier carencia. Pero cuando llegan las lesiones, las crisis en el juego, y la intermitencia -por decir lo menos- en el rendimiento de los jugadores importantes, la falta de dinero se hace especialmente notoria, lo mismo que sucede en las empresas cuando caen las ventas o en los matrimonios y las familias cuando se rompen.

Rachas de malos resultados, todos los equipos tienen, incluso en temporadas en que acaban ganando el triplete, o más. Pero el Barça no está ante una racha de malos resultados, sino ante una fase de falta compromiso de sus jugadores, de poca concentración y demasiadas distracciones. Y liderando el desmadre, su jugador de referencia, que además acaba de renovar por cifras millonarias.

Que la joven estrella pasara parte de sus vacaciones veraniegas con Neymar fue un indicio que a todos puso en guardia. Que haya comprado, por 11 millones de euros, la que fue la casa de Piqué y Shakira, más que un indicio es una metáfora. Eso sí, Lamine Yamal es mucho más simpático con los camareros que Geri. Primero porque no bebe, de modo que nunca pierde los papeles. Segundo, porque cuando les pide un extra en sus funciones -normalmente en los horarios- los invita al partido siguiente en Montjuïc. Piqué era desagradable, maleducado, ponía los pies, calzados, encima de las bancadas, exigía fumar puros donde estaba manifiestamente prohibido y que le sirvieran gintónics cuando el bar y el restaurante habían cerrado. Por todo ello, a Lamine le dejan gratis el reservado que siempre le negaron a Piqué si no pagaba los 1.200 euros que cuesta (comida y bebida aparte). Luego es verdad que Lamine se queda en la suite del hotel, que cuesta por encima de los 2.000. Ésta es su vida, y muy probablemente sería la nuestra si tuviéramos su edad y lo que él, de golpe, ha conseguido tener.

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