Tributo de Alcaraz a Nadal en su último duelo

Es una exhibición, pero no deja de ser un regalo para el tenis, español y mundial, este último choque entre el futuro y el ya sí, pasado del tenis. Un Carlos Alcaraz – Rafael Nadal envuelto en brillantina y algodones por este escenario irreal y construido en dólares. Se respetan al máximo, mostrado en esos intercambios que se dedicaron, más propios del tenis del ayer, que tan bien representa el balear, que el del hoy, cuyo uno de los mejores exponentes es el murciano. También lo demostraron porque comenzaron con el freno de mano echado, que hay un objetivo mayor dentro de un mes, en la Copa Davis, cuando ya sí, Nadal golpeará su última pelota como profesional, pero se les fue yendo de la cabeza conforme pasaban y pasaban la pelota por encima de la red.Torneo de Seis Reyes Semifinales Carlos Alcaraz 6 6 Rafael Nadal 3 3Antes de este duelo de altura, choque de dos eras, pasado y futuro frente a frente, emociones en ambos lados de la red, hubo unos teloneros de excepción. Jannik Sinner y Novak Djokovic no tienen modo exhibición y se jugaron el pase a la final a cara de perro, con triunfo del italiano por 6-2, 6-7 (0) y 6-4. Con más cariño se trataron los españoles después, pero no con ello menos adrenalina. Hay tiento en los primeros movimientos de Nadal, cogiéndole el truco a la pista e intentando no desentonar ante la falta de rodaje –su último partido oficial fue en los cuartos de final de París 2024, haciendo pareja con el murciano, precisamente–, y los obuses de un más cómodo Alcaraz. Le cuesta el inicio, entregado su saque en blanco, y el de El Palmar no le ofrece compasión. No la quiere Nadal, que sigue siendo el rey pues es él quien se lleva los mayores aplausos cuando empieza a coger tono en el encuentro.No es el Nadal de las grandes gestas, que le cuesta llegar a lo que propone el rival, pero qué más da, es Nadal, dueño de la derecha envenenada incluso en esta pista tan rápida, de los reveses cruzados que acribillan al murciano y despiertan los mejores recuerdos y de esos sutiles toques de muñeca con los que ha encandilado a todos en estos veinte años de carrera. Esos con los que aguanta en un primer set equilibrado pese al break en contra inicial porque encuentra pequeños errores de Alcaraz, del que recibe también aplausos de reconocimiento porque, simplemente, es quien abrió el camino que ahora sigue él.Es, como dice su entrenador Carlos Moyà tras el primer set, uno de los últimos viajes que vive el balear como tenista profesional, con ellos como equipo, por lo que se disfruta del encuentro por encima de cualquier error, y también lo hace el de Manacor en la pista, consciente de que son los últimos momentos en los que sentirá la adrenalina de la competición, una de las cosas que más añoran los que se despiden, y el cariño de los aficionados, puestos en pie con cada respuesta con la que intenta frenar la velocidad de Alcaraz y, sobre todo, con ese ‘Vamos’ tan característico de este tenista irrepetible.Le cuesta llegar a Nadal, pero no cede, como no lo ha hecho nunca y no empezará ahora, ante el desánimo de comprobar que las piernas no están a tono para este tenis vertiginoso y en esta superficie que no es la que mejor lo ha tratado. Sigue intacta la esencia, la paciencia, el olvidar los fallos –dobles faltas, sobre todo–, el trabajarse otra oportunidad por si el otro se confía y puede entrar con su derecha o su revés donde no lo consigue la velocidad de piernas.Pero Alcaraz ha aprendido mucho del balear, es su ídolo, y como tal lo trata en el segundo set, sin bajar el ritmo de golpeo ni de desplazamientos por la pista, concediéndole el honor de ver una versión suya de alto nivel en este partido para el recuerdo de los dos. El último como profesionales, aunque sea un torneo sin puntos ni trofeos para la vitrina. Qué más da. Es un Nadal-Alcaraz, el cuarto de su corta historia juntos. Por eso se suelta el balear, que se olvida de todo y deja surgir lo que es: el que nunca se rinde, el de las derechas supersónicas, el que encadena tres reveses cortados porque el rival llega a todo y se permite sonreír con el puño en alto cuando por fin lo deja clavado al otro lado. El Nadal que se resiste a dejar la raqueta y a soltar el testigo, por mucho que lo empujen el tiempo, el cuerpo y los rivales más jóvenes.Sonríe y permite que el personal se ilusione, porque pierde con autoridad ante un respetuoso Alcaraz, pero deja otra huella de que su despedida dentro de un mes, en la Copa Davis, será por todo lo alto, con todo lo que es y todo lo que significa: gran tenis, pundonor, bravura, orgullo y persistencia. «Me voy a preparar», deja además el balear en el mensaje de felicitación al ganador en la red, con risas y abrazos porque esto era una exhibición, pero sobre todo es tributo: aplauso del pupilo al maestro.«Creo que ha sido una buena actuación, aunque un poco corta para jugar contra Carlos. Me he sentido siempre muy apoyo por todo el mundo. No puedo agradecer todo lo que me han ofrecido. En buenos y malos momentos, me han elevado la energía. Me siento más que afortunado por la respuesta de todos los aficionados. No creo que sea el mejor, porque desde que nació he perdido más de lo que he ganado», comentó el balear en su momento de la despedida, aunque este sábado jugará contra Djokovic por el bronce. «Probablemente entrene un poco porque hay que llegar a Djokovic en las mejores condiciones. He intentado estar mejor y mejor cada día aquí, y para estar lo mejor posible en un mes, en la Copa Davis. Es lo que también intento, estar cada vez mejor para poder ayudar al equipo en lo que pueda», admitió después sobre el verdadero objetivo. «Estaré disponible para Carlos cuando quiera que quiera llamarme», propuso el balear.El sábado se dará el último homenaje con el tenis de su generación, el clásico final contra Djokovic. Ni el balear ni el serbio claudican, aunque hayan perdido hoy, pero sí aceptan a su lado a los nuevos reyes que jugarán la final, Alcaraz y Sinner.«Ha sido genial compartir pista una vez más con él. Era demasiado, pero me he tenido que centrar para hacer un buen trabajo», compartió Alcaraz. Es una exhibición, pero no deja de ser un regalo para el tenis, español y mundial, este último choque entre el futuro y el ya sí, pasado del tenis. Un Carlos Alcaraz – Rafael Nadal envuelto en brillantina y algodones por este escenario irreal y construido en dólares. Se respetan al máximo, mostrado en esos intercambios que se dedicaron, más propios del tenis del ayer, que tan bien representa el balear, que el del hoy, cuyo uno de los mejores exponentes es el murciano. También lo demostraron porque comenzaron con el freno de mano echado, que hay un objetivo mayor dentro de un mes, en la Copa Davis, cuando ya sí, Nadal golpeará su última pelota como profesional, pero se les fue yendo de la cabeza conforme pasaban y pasaban la pelota por encima de la red.Torneo de Seis Reyes Semifinales Carlos Alcaraz 6 6 Rafael Nadal 3 3Antes de este duelo de altura, choque de dos eras, pasado y futuro frente a frente, emociones en ambos lados de la red, hubo unos teloneros de excepción. Jannik Sinner y Novak Djokovic no tienen modo exhibición y se jugaron el pase a la final a cara de perro, con triunfo del italiano por 6-2, 6-7 (0) y 6-4. Con más cariño se trataron los españoles después, pero no con ello menos adrenalina. Hay tiento en los primeros movimientos de Nadal, cogiéndole el truco a la pista e intentando no desentonar ante la falta de rodaje –su último partido oficial fue en los cuartos de final de París 2024, haciendo pareja con el murciano, precisamente–, y los obuses de un más cómodo Alcaraz. Le cuesta el inicio, entregado su saque en blanco, y el de El Palmar no le ofrece compasión. No la quiere Nadal, que sigue siendo el rey pues es él quien se lleva los mayores aplausos cuando empieza a coger tono en el encuentro.No es el Nadal de las grandes gestas, que le cuesta llegar a lo que propone el rival, pero qué más da, es Nadal, dueño de la derecha envenenada incluso en esta pista tan rápida, de los reveses cruzados que acribillan al murciano y despiertan los mejores recuerdos y de esos sutiles toques de muñeca con los que ha encandilado a todos en estos veinte años de carrera. Esos con los que aguanta en un primer set equilibrado pese al break en contra inicial porque encuentra pequeños errores de Alcaraz, del que recibe también aplausos de reconocimiento porque, simplemente, es quien abrió el camino que ahora sigue él.Es, como dice su entrenador Carlos Moyà tras el primer set, uno de los últimos viajes que vive el balear como tenista profesional, con ellos como equipo, por lo que se disfruta del encuentro por encima de cualquier error, y también lo hace el de Manacor en la pista, consciente de que son los últimos momentos en los que sentirá la adrenalina de la competición, una de las cosas que más añoran los que se despiden, y el cariño de los aficionados, puestos en pie con cada respuesta con la que intenta frenar la velocidad de Alcaraz y, sobre todo, con ese ‘Vamos’ tan característico de este tenista irrepetible.Le cuesta llegar a Nadal, pero no cede, como no lo ha hecho nunca y no empezará ahora, ante el desánimo de comprobar que las piernas no están a tono para este tenis vertiginoso y en esta superficie que no es la que mejor lo ha tratado. Sigue intacta la esencia, la paciencia, el olvidar los fallos –dobles faltas, sobre todo–, el trabajarse otra oportunidad por si el otro se confía y puede entrar con su derecha o su revés donde no lo consigue la velocidad de piernas.Pero Alcaraz ha aprendido mucho del balear, es su ídolo, y como tal lo trata en el segundo set, sin bajar el ritmo de golpeo ni de desplazamientos por la pista, concediéndole el honor de ver una versión suya de alto nivel en este partido para el recuerdo de los dos. El último como profesionales, aunque sea un torneo sin puntos ni trofeos para la vitrina. Qué más da. Es un Nadal-Alcaraz, el cuarto de su corta historia juntos. Por eso se suelta el balear, que se olvida de todo y deja surgir lo que es: el que nunca se rinde, el de las derechas supersónicas, el que encadena tres reveses cortados porque el rival llega a todo y se permite sonreír con el puño en alto cuando por fin lo deja clavado al otro lado. El Nadal que se resiste a dejar la raqueta y a soltar el testigo, por mucho que lo empujen el tiempo, el cuerpo y los rivales más jóvenes.Sonríe y permite que el personal se ilusione, porque pierde con autoridad ante un respetuoso Alcaraz, pero deja otra huella de que su despedida dentro de un mes, en la Copa Davis, será por todo lo alto, con todo lo que es y todo lo que significa: gran tenis, pundonor, bravura, orgullo y persistencia. «Me voy a preparar», deja además el balear en el mensaje de felicitación al ganador en la red, con risas y abrazos porque esto era una exhibición, pero sobre todo es tributo: aplauso del pupilo al maestro.«Creo que ha sido una buena actuación, aunque un poco corta para jugar contra Carlos. Me he sentido siempre muy apoyo por todo el mundo. No puedo agradecer todo lo que me han ofrecido. En buenos y malos momentos, me han elevado la energía. Me siento más que afortunado por la respuesta de todos los aficionados. No creo que sea el mejor, porque desde que nació he perdido más de lo que he ganado», comentó el balear en su momento de la despedida, aunque este sábado jugará contra Djokovic por el bronce. «Probablemente entrene un poco porque hay que llegar a Djokovic en las mejores condiciones. He intentado estar mejor y mejor cada día aquí, y para estar lo mejor posible en un mes, en la Copa Davis. Es lo que también intento, estar cada vez mejor para poder ayudar al equipo en lo que pueda», admitió después sobre el verdadero objetivo. «Estaré disponible para Carlos cuando quiera que quiera llamarme», propuso el balear.El sábado se dará el último homenaje con el tenis de su generación, el clásico final contra Djokovic. Ni el balear ni el serbio claudican, aunque hayan perdido hoy, pero sí aceptan a su lado a los nuevos reyes que jugarán la final, Alcaraz y Sinner.«Ha sido genial compartir pista una vez más con él. Era demasiado, pero me he tenido que centrar para hacer un buen trabajo», compartió Alcaraz.  

Es una exhibición, pero no deja de ser un regalo para el tenis, español y mundial, este último choque entre el futuro y el ya sí, pasado del tenis. Un Carlos Alcaraz – Rafael Nadal envuelto en brillantina y algodones por este escenario irreal y construido en dólares. Se respetan al máximo, mostrado en esos intercambios que se dedicaron, más propios del tenis del ayer, que tan bien representa el balear, que el del hoy, cuyo uno de los mejores exponentes es el murciano. También lo demostraron porque comenzaron con el freno de mano echado, que hay un objetivo mayor dentro de un mes, en la Copa Davis, cuando ya sí, Nadal golpeará su última pelota como profesional, pero se les fue yendo de la cabeza conforme pasaban y pasaban la pelota por encima de la red.

Antes de este duelo de altura, choque de dos eras, pasado y futuro frente a frente, emociones en ambos lados de la red, hubo unos teloneros de excepción. Jannik Sinner y Novak Djokovic no tienen modo exhibición y se jugaron el pase a la final a cara de perro, con triunfo del italiano por 6-2, 6-7 (0) y 6-4. Con más cariño se trataron los españoles después, pero no con ello menos adrenalina. Hay tiento en los primeros movimientos de Nadal, cogiéndole el truco a la pista e intentando no desentonar ante la falta de rodaje –su último partido oficial fue en los cuartos de final de París 2024, haciendo pareja con el murciano, precisamente–, y los obuses de un más cómodo Alcaraz. Le cuesta el inicio, entregado su saque en blanco, y el de El Palmar no le ofrece compasión. No la quiere Nadal, que sigue siendo el rey pues es él quien se lleva los mayores aplausos cuando empieza a coger tono en el encuentro.

No es el Nadal de las grandes gestas, que le cuesta llegar a lo que propone el rival, pero qué más da, es Nadal, dueño de la derecha envenenada incluso en esta pista tan rápida, de los reveses cruzados que acribillan al murciano y despiertan los mejores recuerdos y de esos sutiles toques de muñeca con los que ha encandilado a todos en estos veinte años de carrera. Esos con los que aguanta en un primer set equilibrado pese al break en contra inicial porque encuentra pequeños errores de Alcaraz, del que recibe también aplausos de reconocimiento porque, simplemente, es quien abrió el camino que ahora sigue él.

Es, como dice su entrenador Carlos Moyà tras el primer set, uno de los últimos viajes que vive el balear como tenista profesional, con ellos como equipo, por lo que se disfruta del encuentro por encima de cualquier error, y también lo hace el de Manacor en la pista, consciente de que son los últimos momentos en los que sentirá la adrenalina de la competición, una de las cosas que más añoran los que se despiden, y el cariño de los aficionados, puestos en pie con cada respuesta con la que intenta frenar la velocidad de Alcaraz y, sobre todo, con ese ‘Vamos’ tan característico de este tenista irrepetible.

Le cuesta llegar a Nadal, pero no cede, como no lo ha hecho nunca y no empezará ahora, ante el desánimo de comprobar que las piernas no están a tono para este tenis vertiginoso y en esta superficie que no es la que mejor lo ha tratado. Sigue intacta la esencia, la paciencia, el olvidar los fallos –dobles faltas, sobre todo–, el trabajarse otra oportunidad por si el otro se confía y puede entrar con su derecha o su revés donde no lo consigue la velocidad de piernas.

Pero Alcaraz ha aprendido mucho del balear, es su ídolo, y como tal lo trata en el segundo set, sin bajar el ritmo de golpeo ni de desplazamientos por la pista, concediéndole el honor de ver una versión suya de alto nivel en este partido para el recuerdo de los dos. El último como profesionales, aunque sea un torneo sin puntos ni trofeos para la vitrina. Qué más da. Es un Nadal-Alcaraz, el cuarto de su corta historia juntos. Por eso se suelta el balear, que se olvida de todo y deja surgir lo que es: el que nunca se rinde, el de las derechas supersónicas, el que encadena tres reveses cortados porque el rival llega a todo y se permite sonreír con el puño en alto cuando por fin lo deja clavado al otro lado. El Nadal que se resiste a dejar la raqueta y a soltar el testigo, por mucho que lo empujen el tiempo, el cuerpo y los rivales más jóvenes.

Sonríe y permite que el personal se ilusione, porque pierde con autoridad ante un respetuoso Alcaraz, pero deja otra huella de que su despedida dentro de un mes, en la Copa Davis, será por todo lo alto, con todo lo que es y todo lo que significa: gran tenis, pundonor, bravura, orgullo y persistencia. «Me voy a preparar», deja además el balear en el mensaje de felicitación al ganador en la red, con risas y abrazos porque esto era una exhibición, pero sobre todo es tributo: aplauso del pupilo al maestro.

«Creo que ha sido una buena actuación, aunque un poco corta para jugar contra Carlos. Me he sentido siempre muy apoyo por todo el mundo. No puedo agradecer todo lo que me han ofrecido. En buenos y malos momentos, me han elevado la energía. Me siento más que afortunado por la respuesta de todos los aficionados. No creo que sea el mejor, porque desde que nació he perdido más de lo que he ganado», comentó el balear en su momento de la despedida, aunque este sábado jugará contra Djokovic por el bronce. «Probablemente entrene un poco porque hay que llegar a Djokovic en las mejores condiciones. He intentado estar mejor y mejor cada día aquí, y para estar lo mejor posible en un mes, en la Copa Davis. Es lo que también intento, estar cada vez mejor para poder ayudar al equipo en lo que pueda», admitió después sobre el verdadero objetivo. «Estaré disponible para Carlos cuando quiera que quiera llamarme», propuso el balear.

El sábado se dará el último homenaje con el tenis de su generación, el clásico final contra Djokovic. Ni el balear ni el serbio claudican, aunque hayan perdido hoy, pero sí aceptan a su lado a los nuevos reyes que jugarán la final, Alcaraz y Sinner.

«Ha sido genial compartir pista una vez más con él. Era demasiado, pero me he tenido que centrar para hacer un buen trabajo», compartió Alcaraz.

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