«Elon se va, pero en realidad no, porque estará yendo y viniendo», promete Trump. «Espero seguir asesorando, cualquier consejo que el presidente necesite. Seguiré siendo su amigo y asesor», responde el magnate Leer «Elon se va, pero en realidad no, porque estará yendo y viniendo», promete Trump. «Espero seguir asesorando, cualquier consejo que el presidente necesite. Seguiré siendo su amigo y asesor», responde el magnate Leer
Donald Trump, el presidente más poderoso del mundo, y Elon Musk, el hombre más rico del mundo, han firmado este viernes, ante las cámaras, una separación amistosa a una de las relaciones más extrañas y rompedoras de la historia del país. Una salida pactada, ordenada, cargada de elogios, antes de que cualquier desencuentro, o reproche, como el que Musk ha repetido esta semana contra la última ley presupuestaria del Gobierno, arruine la relación. «Elon se va, pero en realidad no, porque estará yendo y viniendo», ha prometido Trump.
«Este no el fin de Doge, sino el principio. Mi tiempo como trabajados especial del Gobierno tenía que terminar necesariamente, era algo por tiempo limitado. Pero la influencia de Departamento de Eficiencia seguirá creciendo. Es una forma de vida que se está extendiendo por todo el Gobierno, y confío en que con el tiempo veremos un billón de dólares [expresión que en EEUU se refiere a mil millones de dólares] de ahorro», ha dicho el empresario, con camiseta y gorra. «Seguiré viniendo de visita y seré amigo y asesor del presidente», ha afirmado.
A lo largo de 2024, una transformación profunda afectó a Musk. Pasó de decir que no respaldaría a ningún candidato o partido en las elecciones a volcarse con Trump, especialmente después del intento de asesinato de julio, en Pensilvania. Se unió al equipo asesor, metió más de 275 millones de su bolsillo en la campaña y azuzó a sus amigos de Silicon Valley para que hicieran lo mismo. Y después de unió a la administración, de una forma discutible legalmente y muy polémica, para encabezar el DOGE, la podadora de programas, agencias y empleados públicos. Ahora, cinco meses después, el propietario de Tesla, xSpace o la red social X, dice formalmente adiós, replicando las formas y estilo del líder del movimiento MAGA, criticando a los medios de comunicación, a los demócratas y elogiando el color dorado de la decoración.
«Elon es uno de los líderes empresariales e innovadores más grandes que el mundo haya producido. Hemos tenido mucha suerte de que diera un paso al frente para poner su gran talento al servicio de nuestra nación, y lo apreciamos. Ha trabajado incansablemente, ayudando a liderar el programa de reforma gubernamental más radical y consecuente en generaciones. Él, su gente y su grupo de personas muy inteligentes han descubierto cosas bastante increíbles. Las cifras de las que hablamos son sustanciales, pero serán mucho más con el tiempo (…) Elon ha protagonizado un cambio colosal en las viejas formas de hacer negocios en Washington. Quiero darles las gracias», ha dicho Trump desde el Despacho Oval.
«Elon realmente no se va. Va a estar yendo y viniendo. Creo, tengo la sensación de que va a hacer muchas cosas, pero el servicio de Elon a Estados Unidos ha sido incomparable en la historia moderna», le ha agradecido el presidente. «Bueno, espero seguir asesorando, cualquier consejo que el presidente necesite. Seguiré siendo su amigo y asesor. Y, sin duda, si hay algo que el presidente quiera que haga… estoy a su el servicio«.
En realidad, Musk lleva muchas semanas ya de salida. En abril, durante una reunión de Gabinete, lo más parecido a un Consejo de Ministros europeo, pero con los periodistas metidos en la sala durante un buen rato, Trump ya hizo una despedida, con aplauso generalizado incluido. Muy pocos, en Washington, EEUU o el resto del mundo, pensaba que la relación entre el hombre más rico del mundo y el presidente pudiera ser sostenible en el tiempo. Pero no se ha producido una ruptura agresiva, por las malas. Ambos se han ido distanciando poco a poco, tanto porque Musk ha tenido que volver a prestar atención directa a sus negocios como por los choques constantes con el resto de la administración. Trump fue consciente, sobre todo en abril tras unas importantes elecciones al Tribunal Supremo de Wisconsin, de que Musk no era un activo político, sino un problema.
Entre los fieles del presidente tiene muchos admiradores, pero en el resto de la ciudadanía causaba mucho rechazo, lo que según los informes internos republicanos, les costó ese puesto judicial importante. Las peleas en público con Peter Navarro, el principal ideólogo de los aranceles. O los choques en privado con media docena de ministros reflejaban también no sólo muy poca sintonía política, sino una posible preocupación por el abuso de drogas. Los periodistas han preguntado directamente en la Casa Blanca esta semana si se había convertido en un determinante.
Un artículo de The New York Times publicado el viernes asegura que el consumo de drogas de Musk «va mucho más allá del consumo ocasional. Tomaba tanta ketamina, un potente anestésico, que le estaba afectando la vejiga. Consumía éxtasis y hongos psicodélicos. Y viajaba con una caja de medicación diaria que contenía unas 20 pastillas, incluyendo algunas con la marca del estimulante Adderall, según una foto de la caja y personas que la vieron».
El último rumor incontrolable en la capital es que la relación estrecha de Musk con la mujer de Stephen Miller, quizá el asesor más influyente y radical de Trump en la Casa Blanca, se había convertido en otro problema serio. Katie Miller, que ejercía de portavoz de DOGE, el organismo de eficiencia gubernamental, ha decidido irse a trabajar con el millonario directamente, ahora que da un paso al lado. Ella estaba en el Despacho Oval, junto al secretario del Tesoro, Scott Bessent; el de Comercio, Howard Lutnick; el responsable del Consejo de Asesores Económicos, Kevin Hassett; y lo dos responsables de comunicaciones, Steven Cheung y Karoline Leavitt.
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