Una renacida Al Shabab expande el terror por el cuerno de África

La filial de Al Qaeda amenaza con tomar Mogadiscio 15 años después de haber sido expulsada Leer La filial de Al Qaeda amenaza con tomar Mogadiscio 15 años después de haber sido expulsada Leer  

En Somalia existe un indicador más fiable que cualquier informe de inteligencia, un dato que muestra los niveles de seguridad en Mogadiscio, una de las ciudades más precarias y violentas del mundo: cuando los hoteles suben de precio, especialmente los pocos que alojan occidentales, es que las cosas empiezan a ir mal. En 2010, una reserva de una noche se pagaba a 700 dólares e incluía un servicio de seguridad con chaleco antibalas, casco y escolta de ocho milicianos cargados de armas. Este mes el precio ha pasado de 35 dólares a 150 y subiendo. Siguiendo esta deriva, cuando se superen los récords de 2010 y 2011, significará que la ciudad se ha convertido en un avispero.

Al Shabab, uno de los tentáculos más longevos y poderosos de Al Qaeda, está regresando poco a poco al lugar del que fue extirpado en agosto de 2010. Desde sus posiciones en el mercado de Bakara, en el que cayeron los dos helicópteros Blackhawk de EEUU en 1993, los miembros de Al Shabab se desplazaron al desierto para dedicarse al lucrativo negocio de los secuestros, aunque siguieron atacando la capital con ofensivas puntuales y atentados suicidas. El hecho de que Al Shabab saliera de las calles de la ciudad no impidió la absoluta fragmentación de la ciudad. Los clanes más poderosos se reparten los despojos del estado, mientras que un gobierno de transición, encerrado tras los muros de Villa Somalia, trata de llevar algo de orden al caos.

Desde el año 2019, el grupo radical lleva recuperando territorios perdidos con una dosis de estrategia militar y terror. Pero los avances de este 2025 son muy preocupantes: desde febrero, Al Shabab ha alcanzado las regiones de Jowhar, Adan Yabal y Adale en Shabelle Medio y Afgooye en Shabelle Bajo, junto con Bulo Burde y áreas clave al este del río Shabelle en Hiran. Recluta cada vez más jóvenes y goza de tiempo y lugares para entrenarlos. Ahora sus milicias, que ya no parecen pastores en babuchas sino auténticos soldados bien pertrechados, rodean la capital, defendida por un ejército nacional precario y algunos mercenarios internacionales con mucha experiencia pero cuestionable compromiso. Al Shabab ha revivido y llega mucho más fuerte.

La situación recuerda a la de 2021 en Afganistán: estado débil y mal gestionado que pierde poco a poco el apoyo internacional y se desmorona ante el avance de los radicales, mucho más motivados y más cuidadosos a la hora de ganarse a la población civil. El ejemplo lo tenemos en las zonas de Hirshabelle y Galmudug, retomadas en 2022 por el gobierno de transición apoyado por el clan Macawiisley, contrario a la facción de Al Qaeda.

Combatientes de Al Shabab, en las afueras de la capital.
Combatientes de Al Shabab, en las afueras de la capital.Farah Abdi WarsamehAP

El Gobierno somalí aseguró que iba a mejorar la seguridad y los servicios básicos, pero nunca cumplió su promesa. Los civiles, que aplaudieron al principio la liberación de estas regiones y dejar de depender de aberraciones como la Sharia (ley islámica), cambiaron sus lealtades gracias al trabajo que hizo la milicia para explotar las quejas locales y cooptar a los ancianos de los clanes. Hoy esas zonas están de nuevo bajo control de Al Shabab. En agosto de 2023, Al Shabab capturó tres bases militares somalíes en Oswein, al norte de Mogadiscio, matando a entre 150 y 178 combatientes, lo que les abría el camino directo hacia la capital.

La moral del ejército somalí está por los suelos. Sus oficiales han perdido la confianza en sus soldados desde que Al Shabab infiltra a milicianos en sus filas. Sus recursos dependen de las tropas de la Unión Africana y son cada vez más menguantes y la corrupción de sus generales resulta escandalosa. Hay voces dentro de Somalia que creen que habría que integrar a Al Shabab como fuerza política en el Parlamento antes de que la situación se desborde definitivamente.

«No existe una vía militar que permita al gobierno somalí derrotar a Al Shabab en las condiciones actuales», escribe la analista Ashley Jackson en War on the rocks. «Los recortes de ayuda estadounidense bajo la Administración Trump han disminuido la capacidad operativa del ejército somalí», recuerda The Washington Post.

Lo cierto es que Mogadiscio había cambiado en los últimos años y a mejor. Con la seguridad llegaron las inversiones, especialmente de Turquía y China. Los somalíes, emprendedores como pocos, levantaron negocios en una ciudad que era cenizas. Restaurantes, cafeterías a pie de playa, hoteles como fortalezas, calles asfaltadas y hasta semáforos.

La inseguridad alimentaria, uno de los grandes problemas de la árida Somalia, se había reducido, pero la guerra puede traer de nuevo el hambre. Todo puede quedar reducido a escombros en un suspiro.

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