Ambos países, «aliados estratégicos» durante años, han llamado a consultas a sus embajadores tras una escalada de acusaciones mutuas Leer Ambos países, «aliados estratégicos» durante años, han llamado a consultas a sus embajadores tras una escalada de acusaciones mutuas Leer
«Yo no me arrodillo ni me dejo presionar, ni me asusta un congresista (el cubanoamericano Carlos Giménez) diciéndome narcoterrorista. Si EEUU no quiere, seguimos con los europeos«, clamó Gustavo Petro en medio de la crisis diplomática con Washington y tras protagonizar un debate intenso en Sevilla con Emmanuele Macron, regañina del presidente francés incluido.
Ambos países, «aliados estratégicos» durante años, han llamado a consultas a sus embajadores tras una escalada de acusaciones que comenzó nada más regresar al poder Donald Trump con su cruzada antimigrantes y la kilométrica respuesta, en redes sociales y de madrugada, del presidente colombiano.
La virulencia del enfrentamiento ha aconsejado a Petro que cancele de momento el viaje previsto a la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro, para así concentrarse en una crisis que le supone una disyuntiva política: por un lado le sirve para agitar su bandera antiimperialista y de rebelde global en un país sumergido en una polarización extrema, pero por otro le sitúa ante una encrucijada mayúscula de cara a los ciudadanos.
El Departamento de Estado profundizó el jueves su malestar con el Gobierno de Bogotá, cuando ya previamente había notificado a varios miembros del gabinete que se les había retirado sus visas para viajar a Estados Unidos. Las «declaraciones infundadas y reprensibles de los más altos niveles del Gobierno de Colombia» precederán a medidas «para dejar clara nuestra profunda preocupación por el estado de nuestra relación bilateral», secundó Marco Rubio.
El rifirrafe diplomático ha llegado cuando además Colombia no cuenta con ministro de Exteriores, tras la sorprendente dimisión de Laura Sarabia, pieza fundamental en el rompecabezas de poder diseñado por Petro, cada día más atrincherado en la Casa presidencial de Nariño. Al igual que sucediera con sus predecesores, Álvaro Leyva y Luis Gilberto Murillo, la ya ex ministra renunció arrastrada por el escándalo de la expedición de pasaportes y las desautorizaciones de su jefe político.
Se trata de la segunda dimisión de la joven asesora política, que se convirtió en poderosa mano derecha de Petro al principio de su gobierno, pero que perdió la batalla frente a su antiguo mentor, el hoy ministro de Interior, Armando Benedetti, salpicada también por un torrente de escándalos de pinchazos telefónicos, financiación electoral y presunto tráfico de influencias.
La actual crisis con EEUU tampoco se entendería sin los manejos del ex responsable de Exteriores Leyva, que hace semanas levantó su dedo acusador contra el presidente. El ex ministro reveló que su antiguo jefe político era esclavo de vicios como la cocaína, lo que el antiguo guerrillero del M-19 ha desmentido.
El penúltimo escándalo de política interna se desató al filtrarse unos audios en los que Leyva estaría llamando a relevar a Petro, para lo que habría acudido incluso a Washington para buscar apoyos.
La crisis diplomática preocupa seriamente a buena parte del país, que sabe de los intereses económicos y comerciales que están en juego, cuando además Washington debe decidir en las próximas semanas si certifica o no la lucha de Bogotá contra la cocaína.
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