La ciudad ecuatoriana ya es una de las más peligrosas de Latinoamérica por las guerras entre las bandas del narcotráfico y la inseguridad creciente en las calles. Leer La ciudad ecuatoriana ya es una de las más peligrosas de Latinoamérica por las guerras entre las bandas del narcotráfico y la inseguridad creciente en las calles. Leer
«Qué más, mi llave (amigo). Te escribimos para notificarte que necesitamos tu colaboración para la guerra que tenemos en el cantón. Entonces tú me dirás si quieres colaborar a las buenas o a las malas». El mensaje, editado para su comprensión lectora, apareció sin avisar en el teléfono móvil de un comerciante del cantón Durán, ciudad dormitorio de Guayaquil, la capital económica de Ecuador.
La guerra mencionada es la que enfrenta a dos de las bandas más poderosas del país, los Chone Killers y los Latin Kings, en lucha por un enclave estratégico para el narcotráfico. El mismo crimen organizado que ha convertido a Ecuador en uno de los países más violentos y que ha llevado a Durán a disputar con la mexicana Colima el entorchado como la ciudad más sangrienta del planeta.
Los Chone Killers son los herederos de los famosos Ñetas, los mismos que peleaban en los 80 contra los Latin Kings, ambas bandas, pioneras en este mundillo de las organizaciones criminales latinoamericanas.
Una tercera, muy especial, actúa también en Durán. Liderada por Carlos Humberto Silva, uno de los criminales más buscados de Ecuador conocido por todos como El Llorón, controla el estratégico Cerro de Las Cabras, una favela que se levanta imponente, como traída de otro lugar del planeta. En su territorio es donde proliferaron las escuelas de sicarios, en las que se recluta a menores que llegan a ganar varios miles de dólares al mes.
Ya en 2023, Durán se disparó hasta los 147 homicidios por cada 100.000 habitantes. Hasta mediados de octubre superaba los 134, todavía por debajo de la ciudad mexicana, pero la proyección apuntaba a que acabaría el 31 de diciembre al frente de tan siniestra estadística, en otros tiempos dominada por Caracas, Tijuana o la hondureña San Pedro Sula. Siempre una ciudad latinoamericana, región que pese a no alcanzar el 10% de la población mundial, se dispara hasta casi el 40% de las muertes violentas.
Además del tráfico de drogas, la extorsión ha horadado este cantón de 300.000 almas. Pocos se libran de ella. Como el comerciante que, bajo anonimato y con mucho miedo, ha descrito a EL MUNDO la presión ejercida por los «terroristas», tal y como define el Gobierno de Daniel Noboa a los pandilleros, tras declarar en enero pasado el conflicto armado interno, con estados de excepción y toques de queda en algunas zonas, incluido Durán.
«Ya sabemos a qué hora llegas y sales, todos tus movimientos. Entonces tú dime cómo quieres que actuemos o si prefieres que te alce [elimine]», prosiguió días más tarde el pandillero para asustar al comerciante. El último mensaje ya obligó a que buscara refugio: «Veo que te vale verga, ya vas a ver mañana qué te va a pasar».
Las vacunas (extorsiones) abarcan todos los mercados y todos los precios, desde el dólar por cabeza y día que pagan los mototaxistas de las distintas paradas locales, hasta los 200 dólares mensuales de los taxistas y los miles que se exigen a los empresarios más fuertes. La presión es tal que más de la mitad de los negocios han cerrado y su personal ha emprendido la emigración, sobre todo en dirección a Estados Unidos.
En Durán se mata por conquistar el territorio que da acceso a las esclusas del puerto, donde los barcos pueden ser contaminados cuando ya han salido camino de Europa y EEUU. De Guayaquil salió el buque con destino a Algeciras que el mes pasado se convirtió en el mayor alijo de la historia interceptado en España gracias a la colaboración entre las policías española y ecuatoriana.
Un contenedor cargado de bananas, producto estrella de la costa ecuatoriana. En cada caja de plátanos escondían los paquetes con la droga debajo de pantallas con la fruta. Es la misma operación que precipitó la caída de Óscar Sánchez, jefe de Antiblanqueo de la Policía Nacional en Madrid, el mismo que escondía 20 millones de euros en su casa.
«En Durán no hay ley, matan a quien les da la gana. Es una administración catastrófica», asegura a este periódico uno de los ediles que permanece en un gobierno municipal donde el alcalde, Luis Chonillos, gobierna desde la distancia de Miami tras salvar milagrosamente la vida a las pocas horas de tomar posesión de su cargo.
«Aquí, para conseguir el premio de ser la ciudad más peligrosa del mundo te matan hasta por gusto. Y después, nadie ha visto nada», se queja a EL MUNDO otro comerciante atrapado en las redes de extorsión.
«Todos estamos con el mismo temor. Acabamos de cerrar nuestra pequeña tienda de víveres, nos exigían 2.500 dólares al mes. La vida no alcanza, es mejor cerrar. La gente dice que no paga, pero toditos pagan las extorsiones. Así no se puede vivir. Todo el mundo quiere irse, no sólo a EEUU, también a España o Italia», describe con precisión Jorge P. a este periódico. «Por favor, no escribas mi nombre. La mayoría no habla por temor. ¿Miedo? Sí, pero si papá Dios nos manda a ver, pues tenemos que irnos», concluye el comerciante, quien también trabaja como ayudante en un negocio de construcción de techos.
La situación es tan extrema que el Gobierno de Daniel Noboa envió a Durán a su policía estrella, el teniente coronel Roberto Santamaría. Ya en sus primeras operaciones se hizo notar, tanto que los vecinos le bautizaron como Robocop, porque él mismo se pone al frente de sus hombres.
Lo que se encontraron en una de sus intervenciones les sorprendió: varios altares de culto a la Santa Muerte, que es venerada en México y que la narcocultura ha convertido en la principal protectora de los soldados de las bandas ecuatorianas, que trabajan codo con codo con los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.
El pastor evangélico Alfredo Carrasco conoce los entresijos de los barrios más duros de Durán, incluido el Cerro de las Cabras del famoso El Llorón, «donde hay pasadizos secretos, barrancos con escaleras y un sistema de guerrillas» para proteger a su líder, asegura a EL MUNDO.
Carrasco escucha en primera persona los padecimientos de un pueblo acorralado por la violencia y las extorsiones. «Son perversos, no tienen compasión con nadie», se queja, tras asistir al exilio forzado de varias familias.
A muy pocos metros están velando a dos chicos, de 19 y 17 años, a los que dieron bala el lunes cuando estaban sentados en las calles. 15 disparos. Eran chonekillers y los mataron los latins, como tantas otras veces. En la guerra de Durán no se hacen prisioneros.
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