Los disturbios en el Ulster avivan el debate migratorio en el Reino Unido

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Hasta ahora, Ballymena, en Irlanda del Norte, era conocido sobre todo por ser el lugar de nacimiento del actor Liam Neeson. Desde esta semana, sin embargo, este pueblo de 30.000 habitantes situado en el cinturón de la Biblia -una zona de mayoría protestante del Ulster- está en el centro de las noticias en el Reino Unido por ser el foco de una nueva oleada de disturbios contra inmigrantes.

Los ataques comenzaron el lunes, cuando dos menores de edad de origen rumano comparecieron en el juzgado local para que les fuera leída la acusación de intento de violación de una adolescente de la localidad. Lo que siguió fue una vigilia pacífica, pero rápidamente degeneró en actos violentos que se han extendido a lo largo de tres días en media docena de localidades de Irlanda del Norte, incluyendo barrios de la capital, Belfast. Ayer, tres jóvenes, dos de ellos menores, fueron inculpados por su papel en la violencia contra la inmigración.

La policía del Ulster ha calificado los actos de «matonismo racista», y ha apuntado a una «dinámica de masas», alimentada, como suele ser habitual en estos casos, por las redes sociales. Pero la crisis ha puesto de manifiesto los problemas de financiación y de personal que tiene la policía de Irlanda del Norte que, según se ha descubierto con los incidentes, tenía nada menos que casi un 25% de sus efectivos de baja médica o con sus funciones limitadas. Eso, en una fuerza que ya de por sí cuenta con un 20% de efectivos menos de los que serían deseables, deja a al Servicio Policial de Irlanda del Norte (PSNI) con una capacidad extremadamente reducida para hacer frente a cualquier crisis. Las PSNI, que ha realizado al menos ocho arrestos, ha tenido que solicitar el envío de 80 efectivos de Gran Bretaña.

Fuegos lanzados contra la Policía Antidisturbios durante la tercera noche de manifestaciones antiinmigración en Ballymena (Irlanda del Norte).
Fuegos lanzados contra la Policía Antidisturbios durante la tercera noche de manifestaciones antiinmigración en Ballymena (Irlanda del Norte).Afp

En total, 36 agentes han resultado heridos en una serie de algaradas que culminaron el miércoles en el incendio del polideportivo municipal en la ciudad de Larne, a unos 19 kilómetros en línea recta al noreste de Ballymena. Por el momento, los acusados, que hablaron ante el juez por medio de un intérprete, no volverán a comparecer ante la Justicia hasta principios del mes que viene.

Los disturbios en Irlanda del Norte son sólo un episodio más en la tensión dentro del Reino Unido por la inmigración. El Brexit disparó la presencia de extranjeros en el país, debido a la expulsión de los ciudadanos de comunitarios, y eso ha dado un nuevo argumento para seguir en la primera línea de la política a los mismos que promovieron la salida de la UE. Si antes el problema era la supuesta injerencia de Bruselas en los asuntos domésticos del Reino Unido, y la presencia de fontaneros polacos o médicos españoles, ahora lo es la existencia de una creciente población de paquistaníes o indios.

El mejor ejemplo de esa situación es lo que se llama la zona metropolitana de Londres (metro London), que ha ganado aproximadamente 1,1 millones de personas desde que hace casi exactamente nueve años tuvo lugar el Brexit, hasta alcanzar los 9,9 millones de habitantes. Según el Censo de 2021, el 40,7% de los habitantes de la ciudad han nacido fuera del Reino Unido.

Eso ha abierto una puerta a las políticas identitarias y, en especial, a su mayor promotor, el Partido de la Reforma, que lidera Nigel Farage. La semana pasada, el diario serio más cercano a Reforma, el Daily Telegraph, titulaba un podcast Por qué importa que el Reino Unido sea menos blanco, centrado en una entrevista al profesor de la Universidad de Kent Matt Goodwin, uno de los más destacados defensores de las ideas de Donald Trump en el Reino Unido, y que es un duro crítico, por ejemplo, de las relaciones sexuales interraciales.

La idea de un Reino Unido menos blanco se basa en un hecho matemático incontrovertible: los británicos blancos -al igual que los estadounidenses, por poner un ejemplo cercano a las tesis de Goodwin, que es muy popular al otro lado del Atlántico- no se reproducen. En Inglaterra y Gales, por ejemplo, la tasa de hijos por mujer es de 1,44. Pero si de ese grupo se desgaja a las nacidas fuera del Reino Unido la proporción se dispara hasta 2,03. Dado que en torno al 17% de la población en ambas naciones (legalmente, Gales e Inglaterra son naciones) ha nacido fuera del Reino Unido, es evidente que la mujer ‘purasangre’ tiene hijos considerablemente por debajo de la tasa de reemplazo, que es dos. Eso abre la puerta a la proliferación de los no blancos, bien por nacimiento, bien por inmigración.

Esos argumentos, sin embargo, son ignorados por los nativistas, que estiman que si los extranjeros -especialmente paquistaníes, hacia los que existe un rechazo considerable- se van del país, la vivienda bajará de precio y los jóvenes británicos podrán comprar pisos más baratos en los que tendrán hijos. Los datos indican que esas medidas tendrían un efecto moderado en la natalidad, dejando de lado el detalle de que la salida de los inmigrantes provocaría un caos económico que el desplome del precio de la vivienda agravaría. Sería una especie de Brexit más la crisis de las hipotecas basura.

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