Su hija mayor detalló los castigos físicos sufridos en el centro, aunque exculpó a su padre, que era ministro de Educación, alegando que no se lo reveló Leer Su hija mayor detalló los castigos físicos sufridos en el centro, aunque exculpó a su padre, que era ministro de Educación, alegando que no se lo reveló Leer
«¿Llegaremos a finales del 2025? Les diré simplemente: nunca ha habido un Gobierno en una situación tan frágil»… El propio François Bayrou, considerado ya como el primer ministro más impopular de la Quinta República, se hacía la fatídica pregunta en la antesala de su semana más negra, jalonada por la moción de censura del martes y por la publicación el miércoles del esperado informe parlamentario sobre los abusos físicos y sexuales en la escuela católica Bétharram, donde estudiaron sus propios hijos cuando era ministro de Educación en los años 90.
¿Sobrevivirá Bayrou al verano tórrido del 2025? Es la pregunta a la que intentará responder estos días, con la temperatura política superando los 40 grados, a tono con la «alerta naranja» decretada hasta el miércoles en 84 departamentos. Francia se encuentra al rojo vivo, un año después de las elecciones legislativas anticipadas que fueron el espejo de un país «dividido e incierto», en palabras del primer ministro centrista de 74 años, que asumió el timón tras la tormenta de los presupuestos que derribó en diciembre de 2024 a su predecesor, Michel Barnier.
El propio Barnier ha advertido estos días que si Bayrou pierde la moción de censura, Macron no tendrá más remedio que convocar nuevas elecciones. El presidente francés, cuya popularidad ha caído a los niveles de la crisis de los chalecos amarillos hasta el 21% (su primer ministro está en el 17%, según el sondeo de Ipsos-Cesi para La Tribune Dimanche), arrancó la semana tomándole la medida al calor de Sevilla, preparándose para la canícula parisina que llegará a su momento álgido entre martes y miércoles.
Todo parece indicar, sin embargo, que François Bayrou sobrevivirá, como lo hizo en enero, a la moción de censura presentada esta vez por el Partido Socialista por su «inmovilismo» en la mesa de negociación con los sindicatos y por su negativa a abrir un debate parlamentario sobre la reforma de las pensiones, incluido el retraso de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años que provocó grandes protestas en el país en el 2023.
«Lo que pretenden los socialistas es demostrar que están en la oposición», fue el comentario aséptico con el que Bayrou intentó descalificar la maniobra parlamentaria, consciente de que el apoyo en bloque de toda la izquierda (incluida La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon) no será suficiente para derribarle. La Agrupación Nacional de Marine Le Pen ha anunciado ya de antemano que no apoyará la moción de censura por no contribuir a la inestabilidad del país, a la espera de la auténtica batalla de las finanzas públicas. Bayrou cuenta de antemano con el apoyo de la frágil coalición de centro-derecha entre el bloque de Juntos por la República y Los Republicanos que le mantiene en el poder.
El martes será pues el primer mal trago para Bayrou, que tuvo que defenderse durante el fin de semana en el foro El Gran Jurado de la radiotelevisión pública de las acusaciones sobre sus «relajadas» jornadas de trabajo, incluidos los «aperitivos» y las cenas. «Vivo frugalmente y nunca hago cenas políticas», dijo. «Trabajo desde las 7,30 de la mañana hasta la medianoche, todos los días».
El plato fuerte de la semana llegará en cualquier caso el miércoles, cuando está prevista la publicación del informe parlamentario sobre «la prevención de la violencia en las escuelas», con las conclusiones sobre los más de 200 casos de abusos físicos y sexuales en la escuela de Notre-Dame de Bétharram, en la que estudiaron tres de sus seis hijos con su esposa Élisabeth Perlant, que impartió catequesis en el centro.
Su hija mayor, Hélène, detalló recientemente en una entrevista a Paris Match los castigos físicos sufridos cuando estudió en la escuela, aunque exculpó a su padre alegando que nunca se lo reveló a su familia. François Bayrou fue ministro de Educación entre 1993 y 1997 (supervisando entre otras cosas las subvenciones a la escuela católica) y ha declarado que no tuvo conocimiento personal de los abusos.
«No fui informado jamás de violencia, y mucho menos de violencia sexual», declaró el primer ministro a la comisión parlamentaria en mayo. «Todo lo que sé sobre el caso es por lo que ha sido publicado por la prensa y no tengo nada que ocultar», recalcó Bayrou, no sin antes cuestionar la «objetividad» de la comisión y acusar al diputado de La Francia Insumisa Paul Vannier de orquestar contra él «una campaña de destrucción política» por cuenta del escándalo Bétharram.
Paul Vannier, que participó de hecho en la redacción del informe, ha asegurado de antemano que «algunas declaraciones (de Bayrou) probablemente constituyan perjurio bajo juramento» y ha solicitado incluso a la presidenta de la comisión que emprenda acciones acciones legales contra el primer ministro y contra Caroline Pascal, ex directora de Inspección General del Ministerio de Educación. Bayrou insinuó en su momento que podría presentar una denuncia por difamación contra el diputado. El impacto del escándalo Bétharram ha sido en cualquier caso una de las principales razones de su caída en picado en las encuestas.
Internacional // elmundo